La creación y puesta en marcha de una empresa cultural precisa y requiere una serie de formulaciones y cumplimentaciones previas -de planificaciones al punto- tales como la adaptación y sujeción a la legislación y políticas públicas culturales, el cultivo de las herramientas propicias del liderazgo económico aplicado al sector de las ICC, el diseño y ejecución y evaluación del proyecto, el territorio de acción -¿de lo local a lo global, de lo global a lo local?-, la dirección estratégica y modelos de empresa, los nuevos entornos de negocio, la gestión de calidad en las organizaciones culturales, las formas jurídicas y sus características, el Derecho Mercantil, los aspectos teóricos de la cooperación público-privada, el valor del asociacionismo y las entidades no lucrativas como motor económico, la internacionalización de la idea, la viabilidad del mapa de negocio, la relación banca-empresa, la contabilidad y fiscalidad, el paradigma del emprendimiento, el efecto multiplicador de la innovación, el plan de medios y el plan de Comunicación, el marketing digital, el análisis del consumidor potencial, etcétera…
Resulta una tremebunda osadía -e incluso una palabrera y altiva insensatez (una engañifa en suma)- lanzarse al ruedo de las empresas y/o instituciones culturales sin contar con una mínima base de conocimientos cuanto menos técnicos. No digamos ya de orgánica interna y de prelación de objetivos. No aludo a la conformación de los rasgos del líder ejecutivo -energía, confianza en sí mismo, locus de control (opinan para bien que controlan su suerte y que por ende el comportamiento influye de manera directa en su desempeño), la estabilidad (seguros y positivos, se concentran hacia la mejora personal), integridad (dechado de honestidad y ética -y consiguientemente honradez- que la convierten en persona digna de confianza) y flexibilidad (capacidad cuasi innata para adaptarse a diferentes situaciones), inteligencia y sensibilidad hacia los demás (procuran entender la posición de cada cual y la forma óptima de comunicarse e influir en ellos). Subrayo al cabo el ideograma de la formación en gestión y dirección de empresas y organizaciones institucionales cuando también la disciplina cultural entra en juego. Para evitar patinazos morrocotudos. Si analizamos la comparativa del liderazgo empresarial de modelo transformacional frente al modelo transaccional enseguida deducimos que una de las premisas del emprendimiento de creación de riqueza a través de la cultura -la Cultura escrita con mayúsculas que huye del fatídico sambenito del gratis et amore- recae en los capítulos de la viabilidad económica -su sostenibilidad- y de la ancha creatividad del patrocinio o mecenazgo -no confundir lo uno con lo otro-. Empresas e instituciones culturales no han de descuidar el apartado de financiación y captación de fondos. El pluridimensional mundo del conocimiento propende a la autofinanciación y regeneración de recursos dinerarios.
Como el espacio apremia -que no el tiempo: abundaremos vez tras vez en ello- pongo hoy en negro sobre blanco -elogiándola a pulmón lleno- la mantenida política de mecenazgo cultural que prestigiosas empresas como Fundación Mapfre, Bodegas Wiliams & Humbert y CaixaBank proyectan sobre instituciones -y sus fecundas programaciones- también prestigiadas como la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras. El pasado martes, en solemne sesión académica, recibieron un año más sus correspondientes títulos de Benefactores de la docta institución jerezana. El mecenazgo cultural es una impagable aportación social. Como señala Manuel Palencia-Lefler Ors (Universitat Pompeu Fabra) en su artículo ‘Donación, mecenazgo y patrimonio como técnicas de las relaciones públicas al servicio de la responsabilidad social corporativa’, el mecenazgo “dota a la empresa de una ejemplar dimensión social y cultural, permite vivir la gran aventura de la belleza en sus múltiples modalidades, así como comparte la riqueza cívica y responsablemente”. No cabe concepción más integradora. Fundación Mapfre, Bodegas Wiliams & Humbert y CaixaBank saben que hacer empresa es contribuir a la mejora y al progreso de la sociedad en la unitiva alianza de los plurales parámetros culturales.