'Lulú' o el mito de la mujer fatal en el Teatro Villamarta
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‘Lulú’ o el mito de la mujer fatal en el Teatro Villamarta
María Adánez protagoniza mañana sábado esta obra en el coliseo jerezano
Mav - MIRA JEREZ - www.mirajerez.com
La dramaturgia de Paco Bezerra es garante de calidad literaria. Un texto muy escrito siempre en función de la diversidad interpretativa -del aperturismo reflexivo- que recibe el espectador. Mañana sábado, a las 20.30 horas, el Teatro Villamarta pone en escena ‘Lulú’, una obra todopoderosa que desglosa el revés de la femme fatale en su primigenia concepción. Bajo la firma de este dramaturgo que trasmina creatividad en su escritura siempre revisionada. La versátil actriz María Adánez encarna a una potencial mujer fatal que, como una ramificación de pura ubicuidad, son ya todas las de su condición: entiéndase: Lilith, Eva, Pandora, Helena de Troya, Circe, Medusa, Salomé, Judit, Dalila, Jezabel, Nora… “mujeres insanas,” mitos de la “maldad femenina” que ha parido la historia desde el advenimiento de la sociedad patriarcal. Los mimbres también intrahistóricos suenan a grito desgarrado.
Las tablas del Teatro Villamarta expondrán por ende el mito y el fuego fatuo de una mujer que es puro fulgor y es puro interrogante. Una metáfora concebida bajo el teclado de varios idiomas a la misma vez. La mujer fatal como hembra que ejerce sentimiento de rechazo frontal y de ardiente temor pero asimismo enciende inevitablemente una irreprimible seducción en el hombre. Adánez descodifica los registros arquetípicos de la mujer terrible para readaptarla a nuevos códigos escénicos. Baste recordarla, tan transparentada de rojo, en el papel protagónico de ‘Salomé’. Siempre bajo la docta mano maestra de Miguel Narros. ¿Redescubriremos mañana el axioma imperecedero de la mujer como entidad demoniaca según los fantasiosos textos de ancestrales tradiciones? ¿Icono letal? No cabe duda que de algún punzante modo florecerá entre sombras el imaginario popular de la costilla de Adán como signo de perversión -¿también de rebeldía y maldad?-. ¿Por asumir ella -cualquiera que sea su primigenia encarnadura- la portadora del primer pecado humano?
Esta figura -nunca ambigua y sí por lo común destructiva y fascinante de mujer dominadora- sería rescatada de nuevo, entre otros ilustres creadores, por el dramaturgo alemán Frank Wedekind (1864-1918), quien la bautizó en esta ocasión como Lulú en la obra del mismo nombre. Una fontana salvaje -¿silvestre?- y hermosa, paradigma de la sexualidad femenina que tantos hombres temen y en la que se pierden hasta el mismísimo desvanecimiento.
De las entrañas de Lulú emerge un personal, imperecedero, sempiterno y sin embargo renovado concepto del temperamento en femenino singular. ¿Atemporal? ¿Quién podrá saberlo a ciencia cierta? ¿Rendición de cuentas a una visión misógina a la chita callando? María Adánez, Juan Codina, Samuel Viyuela, David Castillo y Chema León tienen y sostienen la respuesta. ¿Algún as guardado en la bocamanga de la sorpresa final? ¿Una obra inolvidable? Posiblemente sí, porque ya dijo Ramón María del Valle-Inclán que “la mujer fatal es la que se ve una vez y se recuerda siempre”.