¡No cabe la Amargura!



Marco Antonio Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez 
¡No cabe la Amargura! 

Un paso de palio, en diciembre, es algo así como el sanctasantórum cofradiero de unas antevísperas anticipadas. La mística historia mágica -calcomanía de piel de niño- de un sendero ya transido de sensaciones antiguas. Rayanas a la capital de nuestra infancia. Un palio, en diciembre, coquetea con la brizna del biempensante. Con el desalojo de la rima asonante. Y tritura la amnistía de todo cainismo. Un palio, en diciembre, lozana el resuello, restriñe la tontuna y antedata fechas en blanco y negro. Esos faldones bordados -volutas en hilos que enhebran generaciones de cortos capirotes- ahora rozan carritos de críos de mirada alzada hacia la fúlgida presencia -¡he, ahí, la Esclava del Señor- de los entre varales.

Un paso de palio, en diciembre, es el avemaría celeste no domeñado por los cachivaches de la notoriedad infrahumana. La liturgia inequívoca de la norma tácita. El acento prosódico de una madre llamada María. Un palio, en su nacarado sentido de la medida, pasea el mes de la Navidad como una letanía de novas genuflexiones. Y es el movimiento de su varal como la estupefacción -la fascinación- de una existencia toda que te recorre la memoria del costillar. Un palio en diciembre rescata la ley filosófica del eterno retorno para alejarnos por siempre de la vita pericolosa. Del mentón prognato. Del sotto voce.

Pero si ese palio -Casa de Oro, Torre de Márfil- es el de la Amargura -¿he dicho bien?- entonces Jerez no cabe en su fuero interno ni la Virgen de los Descalzos -tal como canta hoy de nuevo Francisco Montero Galvache en el centenario de su nacimiento- tampoco cabe en sí misma “porque la cruza de abajo arriba la pena”. La ofrenda renace entonces más alabastro que mármol. Es la señora del Miércoles Santo, con su pálido ademán, la que nos aclara las cuerdas vocales. Y ya no ejercemos de nómadas de la megalomanía sino de cultivadores -fabriqueros- de este hodierno “vivo sin vivir en mí”. Y la Virgen, que llora a corazón abierto, titula otra vez el poema de Gerardo Diego, el poeta pianista que dio clases a la académica jerezana Pilar Chico: “Mi voz de tu venía/ yo no me daba cuenta,/ y dibujaba en la íntima tiniebla/ -con una luz de situación apenas-/ palabras musicales: fulguradas:/ mi poema más puro y más hermoso,/ de ti venido y hacia ti volviendo”.

En el palomar de las caídas del palio no existen palomas forasteras. Todas son blancas dársenas del Espíritu Santo. Porque la Amargura -jamás incolora- singla su universalidad en la apoteosis de esta salida extraordinaria que funde sones de Font de Anta con la banda sonora de los más castizos villancicos populares. La ciudad es una platea que celebra el cristianismo a su manera: maridando pesebres con candelabros de cola. “Pues todo un Dios se recrea en tan grandiosa belleza”. Quien quiera entender que -a pasito quedo- entienda y, quien no, que se entregue -desharrapado- a hilarantes entelequias. Porque un paso de palio, en diciembre, noquea toda racionalidad cronológica e incluso subvierte cualquier despedida a la francesa en su proclamación de libertad, fraternidad e igualdad de todos sus fieles devotos. ¿Es así o no es así, don Francisco Garrido Arcas?

No cupo la Amargura por las calles de Jerez -¿vía augusta?- en su itinerario de vuelta. Porque la candelería se triplicaba a izquierda y derecha -ya en volandas los candeleros- del ancho de su paso. Sobresalían gravitando en un edén de ensueño con nombres propios. Porque cada cirio destellaba el alma de cofrades ahora no visibles a nuestra retina finita. En las velas más altas yo vi la sonrisa satisfecha de Juan Pedro Cosano Alemán, de Julio Lorente, de Pedro Simón Rodríguez Martínez, de Gonzalo Baquero, de Pepe Gómez… Allí concurría toda la vieja guardia, que hoy es mocedad de arcángeles a lo divino todavía ahítos de incienso y manos cruzadas de Cristo Flagelado. No cabe la Amargura porque más ancha es la Fe de sus cofrades nunca muertos. Un palio, en diciembre, es el nacimiento del recuerdo por los cofrades idos a un Portal de Belén de paso racheado y luz eterna.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL