Ayuntamiento de Jerez: diagnóstico obsesivo-compulsivo contra Pemán 




MAV – A vuelapluma – Mira Jerez 

Procuremos circunscribir el desaguisado a la imparcial visión de una persona apolítica. Desposeámonos -al proviso- de nuestras ideologías más o menos acérrimas. Aparquemos la máxima del siglo de las siglas, al tenor de la celebérrima muletilla verbal de Dámaso Alonso. El pasado Domingo de Ramos -en su amanecida de palmas colgadas en los balcones de la nostalgia- Antonio Burgos dejaba constancia de una aseveración innegable: que Jerez la había tomado con Pemán. No le faltaba un ápice de razón al hijo del alfayate. Porque tantísimo ensañamiento desacredita el busilis -la sinrazón de ser- de la fallida y a la postre belicosa -chorreante y espumeante de resentimiento por los cuatro costados- Memoria Histórica. Histérica la denominan algunos agudos cronistas de la villa y la corte.

Que cercenaran de raíz -a degüello y a bocajarro- el busto de Pemán del hall del Teatro Villamarta soportaba la engañifa dialéctica de todos los males del demonio -del diablo cojuelo del rencor entero- de esta ley impuesta entonces por la inhábil agudeza del presidente de la ceja. De la ceja puntiaguda como el estilete del erre que erre teledirigido a la destrucción masiva de todo cuanto -pax tecum- edificaran -dialoga dialogando, olvida olvidando- los artífices de la Santa Transición Española. Espero que ningún hijo de vecino tache de facha a quien suscribe por el fértil hecho de consignar en negro sobre blanco la palabra "Española”. Vade retro: lagarto, lagarto.

Si la Memoria Histórica aboga por el enterramiento justo de tantos difuntos -antepasados, antecesores- esparcidos por las cunetas de la barbarie -la Guerra Civil lo fue a censo completo a izquierda y derecha del suelo patrio-, ¿a qué ton viene ahora este doble desenterramiento: el del hacha de guerra de odios fratricidas ya superados antaño y asimismo, unipersonalmente, el de la figura del escritor José María Pemán cuya evolución no ya literaria y académica -siempre intacta en su excelencia- sino ideológica con el peso y el paso de los años -tempus fugit- devinieron en una exotérica -con equis- y asequible proclamación de fraternidad nacional? Para conocer y reconocer a pies juntillas la evolución de Pemán es necesario conocer al dedillo -de pe a pa- su obra literaria y detenidamente su compilación de artículos periodísticos. Dudo en demasía que hayan leído a Pemán -siquiera de un modo fragmentario- quienes ahora perpetran la ordalía de su ejecución post mortem. La alcaldesa de la ciudad, Mamen Sánchez, ya reconoció coram pópulo que apenas había leído al autor de ‘El divino impaciente’. Sinceridad que bien podría honrarla si no cayera en la (flagrante) contradicción de su voto favorable a este maniático vapuleo monocorde. ¿Actúa así por convencimiento propio o por la apretura de sus manos atadas a su vez por los reduccionistas pactos de Gobierno que mantiene a nuestro Ayuntamiento en la cuerda floja de un aparente desgobierno sin ton ni son?

La monomanía  se cataloga -a pecho descubierto- como una obsesión. ¿La fobia hacia Pemán es, por ende, en este Jerez de sigilosos entuertos, un trastorno ya obsesivo-compulsivo que inclusive produce ansiedad en aquellos urdidores del imposible borrón y cuenta nueva sobre la trayectoria cultural e intelectual de un nombre omnipresente a pesar de todos los pesares? La monomanía, incido, desacredita. Otorga descreencia e inverosimilitud. Desconfianza a cuajos. Del degüello del busto en el hall del Teatro Villamarta (figuraba allí por su dramaturgia universal) se pasó -ofuscadamente- al cambio de nombre -de titularidad- de su colegio de la Barriada España (que ya debe tocar los bemoles a los susodichos la convergencia de Pemán y España en idéntico epicentro). Y ya entonces varios periódicos impresos de tirada nacional comenzaron a señalar a Jerez como localidad enferma de fijación.
¿Cómo se concibe por el contrario -al buen tuntún- que un político como Kichi -José María González Santos-, actualmente alcalde de Cádiz y líder de la formación Podemos en esta trimilenaria ciudad, defienda a ultranza, con uñas y dientes, la memoria de José María Pemán para acto seguido -vez tras vez- ensalzarlo como gloria de las letras ahora y siempre? ¿Por qué en Sevilla se adora la innovación de Pemán en la modernidad del artículo periodístico? ¿Por qué en Madrid, sírvanos otro ejemplo elegido a ojo de buen cubero, Pemán es considerado el académico por excelencia de las dos Españas -y no sólo porque, amén de pertenecer a innúmeras Reales Academias, presidiera la Real Academia Española (mal llamada de la Lengua) sino porque, a tal fin, puso la condición de la reincorporación de los académicos entonces en el exilio por su condición de republicanos-? Pemán jamás confundió el atún de la cultura con el betún de la tendencia política. ¿Se sabe -a propósito del detalle revelador- que Pemán no fue Premio Nobel por su distanciamiento permanente con Franco y que éste se encargó -movió hilos durante un crucero organizado ex profeso- de malbaratar una decisión ya tácitamente adoptada por la Academia Sueca?      

Ahora ya casi hemos de tomarnos a chacota la última mala nueva. La desposesión del título de Hijo Adoptivo de Jerez. Me viene a las mientes la frase del pasodoble de la comparsa ‘El vapor’, de Antonio Martínez Ares, dedicada al otrora su férreo contrincante carnavalesco y aquel año -mediados de los noventa- pregonero de las fiestas de la libertad: Antonio Martín: “Entre todos tus amigos no tendrás un enemigo que te quiera más que yo”. Se podrá apelar al código de la vocinglería. A los marchamos de la demagogia de baratija. A los subtextos inmisericordes del rollo macabeo en latín macarrónico. Pero poner en solfa el amor puro -desde el Cerro, siempre desde el Cerro- de Pemán por Jerez es punto menos que negar el eje del Planeta Tierra. Si no conocieron personalmente al hombre, si ignoran de profundis el exordio -el ex libris- de su mensaje ensayístico, tampoco extraña el garrotazo y tentetieso de esta desposesión absurda e irreverente. ¿Deslindar el alma de su inmortalidad? ¡Toma el rábano por esas vetustas hojas!

A quien esto firma le repatea los higadillos se atente contra la teórica indefensión de un muerto. A toro pasado. A pitón pasado. A calendario pasado. Vengarse anacrónicamente de un fallecido revela el alcance de la patología del ser humano. De todo procomún que se precie o desprecie. La condición humana que tampoco asume los arpegios de la insondable e insoportable levedad del ser. Y me desmarco adrede y aposta del signo político. ¿Hemos de heredar sin paliativos, sin pestañear, sin orden ni concierto, los dramas, las secuelas cainitas, el contraejemplo endémico del problema de España -Laín Entralgo dixit-, de las Españas de generación en generación?

¿Este linchamiento qué enseña a nuestros hijos: la pugna exudada de arrebatamiento según soplen las ventoleras de un Ayuntamiento que definitivamente no atiende a la equidad y a la igualdad de todos los hijos de esta bendita tierra? ¿Quién es quién para arrebatar de su madre cuna al hijo que adoptó in illo témpore? Pemán es aupado en la memoria colectiva de Jerez -¿representa la minoría que gobierna a la mayoría de los ciudadanos?- por su condición de escritor, de dramaturgo, de poeta, de académico, de articulista de excepción. Jarcha entonaba una libertad sin ira. O Luis Cernuda: “No sé por qué, si la luz entra,/ los hombres andan bien dormidos”. O Quilón de Esparta: “Detén la lengua… Procura no hablar mal del prójimo, si no quieres oír de él cosa que te pese. Guárdate de ti mismo. No hagas burla del desgraciado. Manda bien tu casa. Honra a los hombres ancianos. No hables jamás mal de los muertos. No permitas que tu lengua corra más que tu inteligencia. Contén la ira y no desees lo imposible”.


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