De nuevo un reguero de mujeres revalidarán su cita anual
MAV - MIRA
Jerez es ciudad de tradiciones arraigadas. Jerez emerge de los hondones de la Fe del pueblo sencillo. Jerez es ciudad que sabe respetar los códigos -también devocionales- que han heredado de sus antecesores. De nuestras madres y padres y abuelos. Jerez mueve montañas cuando las plegarias más secretas derraman lágrimas de promesas también privadas. Jerez se arremolina en la frondosidad arborescente de sus rezos callados, de su lealtad a prueba de años, de su anclaje en el acervo histórico-devocional. Jerez repite, renueva, revalida su cita con una fecha indiscutible, indispensable, imbatible del calendario litúrgico…
Del calendario cuaresmal. Del calendario inmaterial. Se trata del primer viernes de marzo. Un viernes subrayado a fuego -de cirio encendido- y oro -de voluta de paso de misterio- en las agendas del “mujerío” que definiera el recordado periodista local Manuel Liaño Pérez. Porque siempre nos enseñaron -desde la patria del hombre que es la infancia- que en Jerez el primer viernes de marzo se señala -se nos señala- la ruta del Camino, la Verdad y la Vida. La guía del encuentro con el Señor, que todo lo puede. Que todo lo perdona. Que todo lo ilumina con su mirada limpia y clara de Salvador de la humanidad…
Porque el primer viernes de marzo, en la collación de San Lucas, en la Iglesia de San Lucas, se presenta el Señor de las Tres Caídas en solemne ceremonia de besamanos. Como antaño, como hogaño. Veinticuatro horas a ras de suelo. Veinticuatro horas para que la ciudad salga de sus domicilios en hileras -largas hileras- de testimonio otra vez renovado. Sus cofrades bien lo saben: las devotas de la Hermandad y de todas las Hermandades y de ninguna a la misma vez visitarán el centro medular de su trascendencia. La encarnación nazarena de una creencia que suma décadas… A los pies del Señor caído.
