Domingo de Ramos: puro Rilke


Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez

Has amanecido alzando la mirada a los rascacielos de la memoria. Ad astra. A la desenvoltura de los sentidos. Ab integro. A la persuasión –nunca ambulante, jamás nómada- del reencuentro contigo mismo. Contigo misma. A capite at calcem. Es Domingo de Ramos en las apuestas de tus (¿brumosos?) recuerdos. Pero también es Domingo de Palmas en las propuestas de tus futuros. Nada devendrá lapidariamente. Nada aposentará sus vértices en los triángulos de lo bronco. De lo hosco, de lo adusto, de lo retraído.  Hoy no visualizarás las estopas de este Planeta Tierra tan aguerridamente insustancial, tan suplantado de valores, tan suicida. Hoy no tropezarás en barras con la compulsión del pensamiento único. Ni con la demagogia del runrún de fondo ni del trasfondo del más infame relativismo.

Hoy comienzas una intrépida cuenta atrás: la que desmadeja los hilos de la mediocridad para hilvanar –sin frivolidades ni imposturas- el eco de tu peregrinaje por las callejuelas del testimonio. Por las prisas de un candelabro de cola ya apenas entrevisto a la vuelta de cualquier esquina. Por las franjas inimaginables de una exquisita medida: la que mece el costalero entre el ritmo de sus latidos y la llamada –imponente, suave y sutil- del capataz. Estás asistiendo a un parto de pañales tallados en madera. Estás asistiendo a un parto de cruces esculpidas en devoción. Estás asistiendo a un rito antiguo que suele renovarse a cada instante, como el vuelo rasante de la paloma de los tiempos. Como la mirada retrospectiva de la niñez siempre latente. Puro Rilke: “La verdadera patria del hombre es la infancia”. Como la túnica que regresa a la percha del nerviosismo de las vísperas. Puro Romero Murube: Dios en la ciudad.

¿Derrotado y derrocado panteísmo de luz y fuego? ¿Lúdica indolencia de las quietistas etapas que corren a trasluz de la actualidad? ¿Intangible espejismo de la felicidad remota? ¿Qué pléyade de sensaciones irradia la cúspide sensitiva del Domingo de Ramos? ¿Qué apoderamiento emocional prima? ¿La nostalgia? ¿La renovación? ¿La extracción del almario popular? ¿El imperio todopoderoso de la claridad? ¿La sedación del olvido? ¿La proclama campeadora de Emerson: "El hombre grande, en medio de la multitud, sabe conservar la serenidad de la soledad"? ¿La salvaguarda -al menos aparente- del elixir de la eterna juventud? ¿La prisa? ¿La precipitación? ¿La fluctuación de la remembranza que se ahínca y se insinúa en los espacios de lo estrictamente restrictivo? ¿La permisible imantación de una Fe que no conoce ni admite devaluaciones?

El Domingo de Ramos es la transustanciación de las generaciones familiares. El hábitat donde se hospeda el niño que siempre acunamos en nuestros adentros. Es el edénico pasaje nunca ancestral donde también moran los bebés del aquí y ahora. Los críos del siglo XXI. Ángeles custodios del presente revolero. El Domingo de Ramos es el espíritu encendido y la inocencia despierta que reúne en un mismo jardín de infancia -de incienso y alpaca- a hijos y padres: todos entonces niños. Lo dicho: Rilke. Estreno -miniado estreno- de niñez imperante. La nana que sin embargo a todos nos espabila en la narración novísima del milagro otra vez fechado. El Domingo de Ramos es aquel paraje de la memoria donde todo ocurre para más inri. Porque en su longitud de veinticuatro horas, y entrecomillando el celebérrimo verso de Antonio Machado, "hoy es siempre todavía". Rilke: ab imo pectore.

Perturba y conturba el milagro, los albores, la inmediatez. Intuyes cuanto sobreviene a partir de entonces. Has aguardado con desasosiego, con abdicación de la paciencia, con dejación de la templanza, la llegada del primer nazareno. Y sin embargo te sorprendes –ingenuidad de almas sensibles- cuando acabas de descubrir la confirmación de la gloria. Y te sabes y te reconoces en estado de gracia. Todo huele a miel de torrijas y a candor de hermanamiento. Un altar itinerante recrecerá en Jerez. Y, como las preliminares del amor, la inquietud nos apresará entre sus dulces brazos de canela. Jerez 2018, Semana Santa, sedimento y vínculo. Cortinas desplegadas, sol de justicia, mantos sueltos, reestrenos de sensaciones. De percepciones. ¿Oyes cómo suena la corneta en los pliegues de tu alma?

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