Zambomba o la anatomía de las distancias cortas



Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez

Alfa: Andalucía es una entelequia entre dos signos de interrogación. El silencio descontextualizado de una fe que no sabe de siglas. Ayer los andaluces acudieron cabizbajos al dictamen (ya de antemano preterido) de las urnas. Andalucía no huele a pueblo sino a la red eléctrica que enchufa la luz (tenue, eso sí) de todo un sistema clientelar de estómagos agradecidos. Y que con su pan se lo coman. Es la Andalucía de la celosía politizada. La democracia sostiene sus trampas de letra pequeña. Andalucía es la pescadilla que se muerde la cola en el círculo vicioso del escrutinio monocolor. Mas han de respetarse las reglas del juego si la partida se dirime sobre un tablero de transparencia: jamás apelándose a la corruptela de la compraventa de voluntades…

Cuando tecleo este artículo aún apenas si ha amanecido la jornada electoral del domingo. El sol asoma a sus anchas y Andalucía se somete a su propia radiografía estigmatizada por el blablabá de la corrupción. Las subvenciones bajo cuerda y la prevaricación en latín macarrónico. Ya advirtió Montesquieu que raras veces la corrupción comienza por el pueblo. ¿Tanto corrompe la pezuña del poder? ¿La ponzoña del poder? ¿La ostentación del poder? La ambición rompe el saco. Suele suceder como patrón conductual: uno puede apoyarse en su puesto/poltrona, pero no sentarse sobre él (a plazo fijo). Lo dijo -reposadamente- Erich Kastner. O Antonio Martínez Ares en la última cuarteta del popurrí de la comparsa ‘El perro andalú’ -con acento y sin zeta final-: “No más caretas, ni la patética visión / de un pueblo inculto de pandereta”.  ¿Andaluces, levantaos? A ver, a ver…

Beta: Asisto -en un salto, en un santiamén- a la presentación -trabajo minucioso, de equilibrista chino mandarín- de la guía de zambombas de Diario de Jerez. Acto breve y al punto: como mandan los (posmodernos) cánones del tiempo presente. En las Bodegas Díez Mérito saludo a Silvia del Ojo, Antonio Arcas de los Reyes, Pepe Argudo, Fonsi Domecq, Pilar Maza… Rafael Navas lanza un (necesario y emergente) guiño reivindicativo: “Esto que ustedes ven aquí es una zambomba. Lo decimos porque se trata de la gran ausencia en muchísimas de las llamadas zambombas a las que hemos asistido y asistiremos en estos días”. Verdad del barquero de esta tradición tan castiza y tan genuina -cuya raigambre a menudo los jerezanos adulteramos  en aras de otros formatos más puramente comerciales y lucrativos-. La tergiversación del origen es una negligencia (sociocultural) que debería penalizarse sin concesiones.

Ya es diciembre -ahora sí que sí, amiguetes- y la zambomba se hace omnipresente. La zambomba jerezana que cierto día -ante la pusilanimidad y la apatía de todos nosotros- a punto estuvieron de adjudicarse los habitantes de Sevilla -aunque rebautizándola con acento en la última a: zambombá- hasta que Antonio Burgos puso pies en pared y paralizó en seco un movimiento de apropiación indebida. De nuevo Burgos colocó los puntos sobre las íes (esta vez en favor de la capital del vino).

Incido: la adulteración y tergiversación del calendario y del formato de una seña de identidad local es como un desgarro delictivo que precisa pronta condena. Un (masoquista) ultraje centrípeto. Banalización (al alza) muy propia de Jerez, dicho sea sin desdoro de la realidad. ¡Seamos autocríticos! Y redefinamos, en su usanza, el legado inmaterial que nos testimoniaron nuestros mayores. La zambomba de Jerez ha de ser -y palpitar y manifestarse- como la suma de cinco títulos de otros tantos libros que a viva voz recomiendo: a saber: ‘La ciudad de la alegría’ de Dominique Lapierre, ‘Reencuentro’ de Fred Uhlman, ‘El mundo de ayer’ de Stefan Zweig, ‘Anatomía de las distancias cortas’ de Marta Orriols y ‘Vivir para contarla’ de Gabriel García Márquez. Sume el lector estos cinco títulos y el resultado tendrá mucho que ver con la génesis y la idiosincrasia de la zambomba jerezana. Lo demás es comercialización del rédito propio y del gorroneo ajeno.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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