¿Aquello que el Carnaval de Cádiz no supo ver?



¿Necesita la gran fiesta de la libertad la creación de una nueva modalidad?

MAV  - MIRA

La gran fiesta del Carnaval de Cádiz perdió en la pasada edición de 2018 una oportunidad de oro. ¿Para qué? Para demostrar su capacidad receptiva. Su análisis -agudo análisis- crítico. Para evidenciar la riqueza de su valoración con conocimiento de causa. Para evaluar por arriba cuando una propuesta supera en calidad, en concepto, en enfoque, en quilates artísticos, en creatividad los parámetros definitorios de las diferentes modalidades establecidas: coro, comparsa, chirigota, cuarteto…

Se debe tener la sensibilidad suficiente para captar el hecho diferencial de una agrupación  -de su estilo, de su conceptualización- que rebasa por largo, que supera con creces los significantes de la modalidad en la que participa, en la que se cataloga, en la que se inscribe. Ocurrió, cuando entonces -pongamos que hablamos de los años cincuenta y sesenta-, con aquello que fue presentado -que fue presentando- Paco Alba –‘el Brujo'- sobre las tablas del concurso de agrupaciones.

La praxis del todo por la parte… Y aquello que creaba Paco Alba -en orden a su interpretación, a la excelencia musical, a la adaptación de las letras al tipo, a la puesta en escena, a la manera de contar y de cantar los temas- era otra cosa. Otra cosa era. Con diferencia. A años luz. No podría ser comparable con nada. Dos estadios distintos: el de Paco por un lado y el del resto de agrupaciones de la misma modalidad – la chirigota- por otro. Y fue entonces cuando nació -ya para los restos- la comparsa.

La fiesta de la libertad y del plural periodismo cantado fue valiente entonces con su juicio crítico: a las pruebas de la evidencia se remitieron: al distingo y al distintivo de las sucesivas obras de don Francisco Alba. Pues tres cuartos de lo propio es cuanto ha sucedido -cuanto debía haber sucedido- con las dos últimas propuestas del felizmente regresado y de continuo reinventado -motu proprio- Antonio Martínez Ares.

Nos referimos a sus obras redondas -a su lenguaje de máxima expresividad y máximo creacionismo- correspondientes a los años 2017 -'La eternidad’- y 2018 –‘El perro andalú'-. Ambas son ideas y por ende plasmaciones maestras del barroco, del simbolismo vanguardista, del lenguaje metafórico y del grito desgarrado en bicolor blanco y verde. Ambas un ensayo colorista con prosa de ismos tan de Ramón Gómez de la Serna. Ambas un caleidoscopio multidisciplinar que pertenece a otra dimensión…

¿No han sido suficientes estas dos comparsas para la inmediata creación de otra modalidad? ¿Otra modalidad siempre al margen de las ya existentes? ¿No era evidente que Martínez Ares ha jugado estos dos últimos años en otra liga? ¿En otra galaxia? La gran fiesta del Carnaval no lo ha sabido -¿no lo ha querido?- ver. Las genialidades no siempre son escrutadas de manera inmediata. Como así la cristalización  que separa lo humano de lo enteramente sublime.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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