COAC 2019: ¿El año de la cantera?



La juventud pisa fuerte sobre el escenario del Falla 

MAV – MIRA 

Readaptando dos versos musicales de la comparsa dirigida por Juan Antonio Macías Álvarez -y uniéndolos al caprichoso modo- podemos subrayar que “la vida es como el andén de una estación… ¿dónde vibra más un móvil que un corazón?”. Hete ahí la vida tecnológica a la que nos impulsa la sociedad de la era digital. Pero no la que late en la fibra de las cosas auténticas. Como, verbigracia, el cambio generacional. La renovación, el relevo, el paso a la juventud. La apuesta por los nuevos valores. Por la sensatez del engarce de eslabones que es, en suma, el continuum de toda existencia.

Y tal que así, igualmente, el Carnaval. Donde la tradición también se lega de padres a hijos, de abuelos a nietos, como una cadena vital, como un efecto dominó en el que sin embargo las fichas siempre caen de pie. Sí, de pie, encima de las tablas del templo de los ladrillos colorados. El Carnaval de Cádiz es antaño y hogaño, pasado y futuro, consolidación y tradición, puente y acceso. Herencia y promesa. Vaso comunicante. Fuente y semilla. Pureza y renovación. Clasicismo y vanguardia…

Mucho se ha debatido por activa y por pasiva -por largo durante los últimos años- sobre la función ¿infructuosa? de la cantera. Sobre el género de los más pequeños y sobre la dudosa fertilidad artística de la juventud carnavalesca. Un debate que sorprende por trivial. Porque a veces también en cuestiones de Carnaval se saca demasiada punta a las uñas de las cinco patas del gato. Del gato por liebre que nos endosan los propios enemigos potenciales de la fiesta: aquellos que “aún entendiendo, nada entienden”, por utilizar el entrecomillado de esta veraz sentencia de la presentación de la comparsa ‘La niña de mis ojos’.

La cantera ha de concebirse como un auténtico milagro -pan candeal y aurora boreal- de este periodismo cantado que se renueva por sus fueros cada mes de febrero. La cantera es la piedra filosofal de la gran conmemoración anual gaditana. La cantera es rúbrica de continuidad. El paso de cebra que cruza las aceras de los tiempos. La mano cogida de los novios de todos los tiempos. Un sintagma de léxico castellano que se expresa por los poros de la heredad.

Este 2019 las nuevas generaciones están callando bocas, sellando debates estériles y cercenando -de raíz- consideraciones fatalistas. Por no decir catastrofistas. La cantera ha demostrado -lo viene haciendo en el arranque de la primera semana de preliminares- que vale quilates. Y que pisa fuerte. Y que se apega -y no apaga- a la creatividad como divisa formal.

Hace apenas unos días que todo ha vuelto a suceder. Y los adolescentes del género han gritado sin chillar: es decir: han afinado su fuerza. Su fortaleza compositora. Y su tronío compositivo. Provocando calambres en la emoción de los aficionados. Sin despeinarse pero dando el todo por el todo. Hablamos del concurso de infantiles y de juveniles pero también del por ellos llamado concurso de los mayores.

¿Sirve como ejemplo la comparsa ‘Los niños sin nombre’, primer premio de juveniles del pasado año que en esta edición se ha estrenado en el COAC -categoría de adultos- sorprendiendo a propios y extraños?  Qué magia en el repertorio. Qué decálogo existencial según las letras. Qué sonrisa ante las adversidades.  ¿Y qué me dicen de la original -entre las juveniles- ‘El indeciso’? ¡Cantera: divino tesoro!

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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