Del problema español al Jerez solidario



Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez

Habitamos -corsi e ricorsi- en el siglo de la plastificación de las emociones. Bajo la ley del pro domo sua. Barremos para casa a toda costa. Sin escrúpulos. Ande yo caliente, ríase la gente. C’est la vie. Antes son mis dientes que mis parientes. Enfoscando la codicia “en la piedra más dura de tu propio palacio”, según reza el verso de Agustín de Foxá. Lo mío, mío, y lo tuyo, de entrambos. Y si hemos de fingir liturgias y encoladas componendas… ¡cúmplanse! Todo sea en alabanza y honor del enaltecimiento del yo, bajo el dictamen de las supuraciones de don Narciso. Para que la desvertebración de los valores humanos y humanistas campen a sus anchas -como un florilegio de ridiculeces color tiniebla-.

“Oigo las naves trasegando en las fosas del cieno”, poetizaba Caballero Bonald. ¿El egoísmo imperante lleva consigo, al trasluz del españolísimo garrotazo y tentetieso, la escenificación real del rencor? ¿A qué ton la sarta de canalladas cada veinticuatro horas al retortero de los titulares del telediario? ¿Qué sucede en el cerebro del procomún? ¿Sucesiva violencia del ser que asesina niños inocentes, que acuchilla a la señora esposa y que- morgue tras morgue- suscita entre iguales el delirio criminal del ajuste de cuentas? ¿Ha perdido el ciudadano -el convecino- el rumbo de su rumba: la que le concierne en el baile de la convivencia más cívica y fraternal? ¿La vehemencia encuentra también su marchamo -su sainete de tiras y aflojas- en la estructura institucional: léase, verbigracia, la política? ¿Asistimos -erre que erre durante las penúltimas calendas- a la reválida de enconadas confrontaciones ya auspiciadas en obras harto recomendables tales ‘España como problema’ (Pedro Laín Entralgo), ‘Tragicomedia de España’ (Emilio Romero), ‘España invertebrada (José Ortega y Gasset), ‘Y si habla mal de España… es español’ (Fernando Sánchez Dragó), ‘Nosotros, los españoles’ (Vicente Palacio Atard), ‘El porvenir de España y los españoles’ (Miguel de Unamuno) o ‘Acta de defunción’ (Cristóbal Zaragoza)?

¿La sociedad de la era digital o la sociedad de las ínfulas y el quebrantamiento? ¿La resultante del buenismo que premia al mejor ladrón, al ejercitante de la ley del mínimo esfuerzo, al trepa omnímodo? ¿La meritocracia ha dado paso a los mandamientos del codazo a diestro y siniestro? ¿Se trata de un problema de mero individualismo, tan pronosticado por Gerald Brenan en su magistral ensayo ‘El laberinto español’? ¿Qué acontece sobre la piel del toro?

Acritud, acritud, acritud… Por estas fechas suelo reflexionar al respecto para descender de lo general a lo particular, de lo nacional a lo local, del belicoso comportamiento generalista a la iniciativa intramuros -haberlas, haylas- que, desprendiéndose de todo yoísmo, de todo interés subrepticio, prefiere la entrega incondicional al prójimo. A sus semejantes, encarnados en la inocencia y en los mofletes de amor limpio de nuestros chiquillos. Me refiero a la más triunfal y mágica tradición de los Reyes Magos. La que, como epicentro, coloca a los tiernos protagonistas del mundo futuro. A la algarabía de la pureza de la vida. Cuando he sabido las personas que en Jerez darán brío y pulmón al Gran Visir y a sus Majestades de Oriente 2020… di un respingo de júbilo: ¡evasión y victoria!. ¡Enhorabuena a Nene, Carmen, Rafael y Willy! ¡Menudo acierto en la elección! ¡Son, inasequibles al desaliento, personas que procuran la mejora de sus respectivas realidades circundantes! ¡Lo han demostrado con creces! ¡A por todas: los cuatro lucharán  por la vuelta a la semilla, por el retorno al progreso de la patria de los jerezanos: la infancia! ¡Demostrarán que no todo dimana del ombligocentrismo! Y que, como nos enseñaron Alicia y Pinocho y Mickey Mouse y Peter Pan y Pepito Grillo, nunca es tarde para metamorfosear la mentalidad de una sociedad tan necesitada de su condición primera. Sí, de su condición primera: la que, instintiva, late en la luz encendida -en el eterno fulgor- de la sonrisa de un niño.

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