Coronavirus a golpe de títulos literarios




Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez

Gómez de la Serna escribió hace exactamente un siglo la más visionaria de las greguerías: “Todos nos secamos las manos como doctores”. ¿Quién iba a decirle al innovador escritor de las vanguardias literarias que -mutatis mutandis- cien años más tarde también nos las íbamos a lavar -cada dos por tres- como profesionales sanitarios? La prescriptiva medida preventiva así lo clama y reclama. Con la dichosa pandemia del coronavirus ningún ciudadano del mundo debe escurrir el bulto de su corresponsabilidad: se trata de un nudo gordiano que puede durar como el parto de la burra (y todo hijo de vecino ha de descansar sus posaderas sobre el banco de la resignación). ¡Paciencia y a barajar, recomendaba ‘El Qujiote’! ¡Así que todos a una, como en Fuenteovejuna! ¡Todos jabatos, como Ricardo Corazón de León!

La incertidumbre que nos ha caído encima -como una plaga de entreguerras- es de agárrate y no te menees. Nos hemos sumergido de sopetón en una especie de mal sueño fronterizo. Estamos turulatos.  Desconcertados. Somos receptores a tientas. Con título de libro de M. Merleau-Ponty: ‘Fenomenología de la percepción’. El aturdimiento de las masas no se ha emboscado en lo baladí. Ya hablaba Bonald de la prosodia de lo nunca escrito: “en lo oculto pensaba en lo no visto como deslumbradora luminaria”. El coronavirus -sus inmediatas consecuencias- hacen prevalecer el significado de una obra aún vigente de Graham Greene: ‘El factor humano’…

Se me vienen a las mientes, sí, títulos de obras literarias o de ensayos filosóficos o sociopolíticos. Los profesionales sanitarios del país priorizan el significante del memorable libro de Miguel Ángel Hernández: ‘El dolor de los demás’. Si te detienes en el haz y en el envés del efecto del COVID-19… emerge la portada de la gran obra de Luca D’Andrea: ‘La sustancia del mal’ o de Shari Lapena: ‘Un invitado inesperado’. Si asumes que tu vivir cotidiano sólo necesita un periodo determinado de confinamiento, entonces nos llega Mario Benetti con su título ‘La tregua’. Y si asomas las narices al balconcillo de tu dormitorio y observas las calles, al punto brota el título de uno de los más fascinantes libros de Gilles Lipovetsky: ‘La era del vacío’.

La prestigiosa psicóloga y educadora social Elena San Martín Suárez ha distribuido y casi hecho viral cuanto viene a denominar como ‘Consejos psicológicos para largos periodos dentro de casa’. Es curioso observar cómo a muchísimas personas se les hace cuesta arriba permanecer siquiera dos días seguidos a puertas cerradas en su propio domicilio. No así nos sucede a los caseros y hogareños empedernidos (quienes hallamos en el hogar el edén de la estancia más preciada).

Los que así somos jamás nos aburrimos en nuestro piso sino más bien lo contrario: en su interior se verifican y se colman todos nuestros contentos personales. En mi caso: a saber: estar a solas -convivir en intimidad- con mi familia, leer por largo, escribir por suelto, comer por trechos, no estar pendiente del reloj -ese tirano indomeñable-, detener las manivelas del tiempo -ese marasmo indefinido-, ver películas, dormir a pierna suelta, tomar apuntes y trazar esquemas en tinta negra, escuchar música, pensar, meditar, imaginar, crear, rezar…

Este obligatoria permanencia ‘indoor’ coadyuvará al encuentro consigo mismo. Y propiciará el viaje más fascinante: el que marca el trayecto de ida y vuelta a nuestro interior. Con títulos de ensayos de Schopenhauer –‘El arte de conocerse a sí mismo’ y ‘El arte de ser feliz’- o de Erich Fromm –‘Del tener al ser’-. Quizá deslindemos lo esencial de lo accidental. Y probablemente -con título de Kafka: ‘La metamorfosis’- el mundo derive hacia una conversión menos cosificada y más humana. ¡Quién sabe! Mientras tanto: y en la lucha contra el maldito virus, apelo al título de un libro apasionante de Álvaro Pombo: ‘Quédate con nosotros, Señor, porque atardece’.



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