Jerez: poetas, Utrera, Felipe y el coronavirus



Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez

Alfa: Noticia es -y así lo decreta de punta en blanco la preceptiva del periodismo- que un hombre muerda a un perro. Pero noticia no es -por infortunio de esta sociedad a veces fría como un iceberg- la magra y magna prosa de Juan Sierra ni tampoco su poesía mitad sacrosanta mitad mefistofélica (si sabemos descifrar las metáforas entretejidas con los hilos del surrealismo). Juan Sierra no sólo ha de encuadrarse como un cantor poético de la religiosidad popular -prioritariamente sevillana- sino sobre todo, y sin dar cornadas a la sonanta literaria, un prohombre de la Generación del 27. Encontró en la Vía Augusta de la escritura el mejor modo de neutralizar -de desdibujar- las arropías de este diablo mundo. La obra ‘Sevilla en su cielo’, que firma “con toda una calma gótica de músculo encendido”, bien merece equipararse a ‘Sevilla en los labios’ de Joaquín Romero Murube o ‘Divagando por la ciudad de la gracia’ de José María Izquierdo. En esta actual época de remoloneo y de chalaneo, de tendencia a la carrocería de la desmemoria y de indiferentismo ante lo justo, asistimos ahora -como pedrada en ojo de boticario, miel sobre hojuelas, canela en rama y azahar en flor- a un rescate editorial de postín: la publicación de las obras completas -prosa y poesía- de Juan Sierra. Es libro -entre lo figurativo y la abstracción- que recomiendo para esta Santa Cuaresma tan amilanada por la extensión del coronavirus…

Beta: Hace tres viernes -hora de la sobremesa- cogí carretera y manta. Y para asueto y coleto de mi familia alquilamos céntrico apartamento en Utrera y así -durante un trepidante fin de semana- conocer al dedillo el aliento flamenco del sitio, su exquisita gastronomía, la empatía del vecindario, el festejo de los Carnavales a pie de acera y sus iglesias y monumentos más reseñables. Era rincón infrecuentado por este servidor. Me sorprendió la calidad del patrimonio material que atesoran las cofradías de Semana Santa. El trazado de las calles te transportan a la multiplicidad escénica: igual encaja una copla de Juanito Valderrama en aquella escalinata de pueblo blanco que el clímax fílmico de una película de Luchino Visconti en esta estrecha callejuela en pendiente. En Utrera no caben los versos de Machado “está la plaza sombría; / muere el día”. Pero sí el de Caballero Bonald: “el tramo tan feliz de nuestra convivencia”. ¡Que viva por siempre el legado de Fernanda y Bernarda y la voz personalísima de Bambino! Por cierto: de rechupete un plato gastronómico de lento paladeo: el  ‘arroz prohibido’: valga decir: arroz negro tostado natural con alioli sin lactosa y chipirón. Y, de segundo, milhojas de presa ibérica con jamón serrano, pimiento, queso brie, mojo picón y patatas. Un gustazo (entre pecho y espalda). ¿Sonaba por entonces el palabro coronavirus en los ambientes?

Gamma: Noche de merecidos alegrones para Felipe Morenés. Este pasado martes día 3. Concesión del Caballo de Oro y apenas un par de horas después del nombramiento sube Felipe a la tribuna de oradores de la Real Academia de San Dionisio para dar lectura a su discurso de ingreso como Académico Correspondiente. Saludo en la sede social a Paloma Ruiz, Luis Suárez, Angelita Gómez -ya bastante recuperada de lo suyo-, Pepe Marín, Manuel Antonio García Paz, Alberto García de Luján, Fátima Ruiz Lassaletta, Juan María Vaca, Francisco Antonio García Romero, Andrés Luis Cañadas, Joaquín Ortiz, Manuel Antonio Barea -con tan buen humor siempre como su hermano Pedro-, Antonio Mariscal, Bernardo Palomo, Luis Javier Gutiérrez Jerez, Juan Salido Freyre, Álvaro Domecq, Manuel Fernández García-Figueras, Ana María Orellana, Paco Camas, Pilar Chico, José Luis García Ruiz, Juan Carlos Durán… Todos nos estrechamos las manos. Las manos. Porque el protagonista era Felipe y no el coronavirus…


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