25 años sin ti, Lola de España - Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez



Tenía el subconsciente de color rojo sangre de toro. De tan pura española. Sus cuerdas vocales estaban alisadas por una peineta de tronío. Los ojos como la cleopatra más cañí que a la anochecida se bañaba en una piscina con agua de lunares blancos. La nariz, aguileña para impregnarse sin pena, penita, pena de los fragores de la vida. No atavismo espectral: sí inasible pulsión por bulerías.

Tenía perdida la muerte -como un talismán que renegaba de su propia necrológica- porque había ganado a tumba abierta el flujo inagotable de la inmortalidad. Salitre y fronda, paráfrasis salvadora. Diadema de la hechura. En la dermis poseía la catarsis de toda energía balsámica. Era morena como el verso de Lorca. Era tersa como la rima de Baudelaire. Era transparente como la firmeza de un cristal definitivo. Era recta como la sustanciación de una fantasía lúdica.

Sus labios sellaban el beso de la tenacidad. Era capaz de volar dentro de una gota de sudor. No hubo en el mundo una flor que supo moverse mejor que lo hiciera este cuerpo menudo y electrizante (José María Pemán dixit). De origen humilde como una fontana de agua templada. Dada al sentimiento como los quevedos a la lectura. Cuando cantaba sus labios se tornaban de plata. Y su retina, sintaxis de embrujo.

Hace 25 años que se marchó al Parnaso de los líricos nunca malditos. Para arribar en el lapislázuli donde las cataratas de las diosas avivan la cascada del arte empapado del ‘coraje de vivir’. Como una volición de mujer atemporal. Vino al mundo bautizada como María Dolores Flores Ruiz. O sea: Lola Flores para la universalidad de un futuro que recuerda. Apodada -en razón de su racial majestad- como la Faraona.

Su cuna -quebrantada de miseria- desconocía el destino de escenarios con ovaciones largas -como la intercesión que marida sin paliques lo humano con lo divino-.  Ella luchó denodadamente -contra viento y marea a favor de la gloria artística- pero también permaneció ‘A tu vera’ tan consciente del papel que los mitos -esos seres ingrávidos y alados- ejercen sobre sus miles -millones- de fans. Incluso arrastró multitudes en el ocaso de la salud (ya sabemos que la virtud se perfecciona en los colchones del lecho del dolor).

Hubo un ojeador de antaño -crítico de la cosa, periodista cultural de tacto visionario- que, al contemplar tan descomunal estallido de braceo y pasión gitana, tecleó su celebérrima frase (premonitoria y significativa): “Lola Flores, no canta, no baila, pero no se la pierdan”. A partir de entonces un efecto multiplicador haría las cuentas -sin mermas- de este nervio latiente -como una primavera en do mayor- que desconocía la morfología de ninguna nebulosa.

Lola Flores fue parida por una luna lunera de noche sin quebrantos. En ella todo era compás y aire. Ya lo señaló el poeta: “Son mentiras las formas. Sólo existe el círculo de bocas de oxígeno”. Entra la zambra del temperamento y el lerele de las Américas, reverberan los sones primigenios de la jerezana calle Sol número 45. Como un eco de infancia que es cuenco de nostalgias.

Anteayer, 16 de mayo, hizo 25 años de un apagón de encajes blancos sobre ataúd de pureza. Para quebrar entonces el vuelo rasante de esta señora del alba. Suave la piel como una manzana clara. Despierta en el féretro que acecha, como una lengua reseca de sollozo ajeno. Se oyeron aullidos al trasluz del color sepia de la desmemoria. Y un país rendido al llanto impenitente de la garganta ahora fundida en negro. Como una pesadilla de dragones oníricos.

25 años sin ti, querida Lola, es como descerrajar el ungüento de una mala noche. Como subir la fiebre del templo de Salomón. Como resquebrajar la herida de lo inexpugnable. Como excavar en el hueco de la tierra que nada cubre sino el laurel de una raza jamás extinta.

Pero 25 años sin ti también constituye el supremo triunfo de la obra calé que se reviste de bata de cola con abanico hecho de la orgánica de lo trascendente. 25 años sin ti, niña de la venta, es sabernos amparados por un ángel custodio en femenino singular, con melodía de León, Quintero y Quiroga. 25 años sin ti es encontrar la analogía de lo infinito. Sí, de lo infinito, como el amor que nos diste, folclórica. Por los siglos de los siglos, tú, siempre tú, Lola de España.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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