A propósito de la amistad, Jerez y Manuel Vallejo - Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez



¿Es la amistad una realidad fungible? ¿Se consume -inexorablemente- con el uso? No tiene por qué, sino muy al contrario: suele crecer exponencialmente al son del tiempo. ¿Se deteriora la amistad con el abuso? Depende: si responde dicho abuso a las averías propias de los erráticos derechos adquiridos, entonces sí. Por ejemplo: prejuzgar es un dañino derecho adquirido. Sobre todo si se ejerce con hechuras de murmuración. No existe carcoma personal más huera y más perjudicial que el arrogarse motu proprio el libre cultivo de los derechos adquiridos sobre terceros. Que es algo así como una tupida y estúpida sobrevaloración de nuestro papel protagónico en según qué contexto. No confundir este abuso en la relación amistosa con poseer ascendiente sobre la otra persona, que es cosa bien diferente y a la vez beneficiosa para sendas partes.

En la amistad no caben los derechos adquiridos. Sería como caer de lleno y de llano en la trampa de la hinchazón (subjetiva) del ego. El derecho adquirido, en las lindes de la amistad, sólo toma temperatura a la vanagloria. Ya lo anticipó el escritor y lingüista italiano de luengas barbas Niccolo Tommaseo: “¿Queréis libraros de algunos e inoportunos que os llaman amigo? Pedidles un favor que no satisfaga su vanidad”. La amistad no es tanto un armazón de la química o de la alquimia entre dos iguales -aunque también- como sí por descontado de la lealtad a las duras y a las maduras. En justa reciprocidad. Cuestión de principios. Hay que ser fieles a cuatro o cinco ideales, no más, y entre ellos la amistad. José María Pemán dixit

Viene a cuento el introito en tanto a los amigos hay que colocarlos dentro de la carcasa de tu privacidad -como una luz refulgente que gravita en el sistema planetario del ser único e irrepetible que eres, que sois, y cuyo magnetismo actúa como cilindros concéntricos-. ¿Es quizá eso mismamente la amistad: dos círculos concéntricos que se magnetizan porque sus voces nunca raspan y sus interactuaciones no quedan ni en cuarentena ni en tela de juicio? La amistad no puede equipararse al tragaluz que alimenta los misterios: más bien a una gárgola -no grotesca- de por vida a la intemperie de sí misma y a cuya diestra y siniestra chorrea -con deslizamiento de impermeabilidad- todos los aguaceros externos. Inclúyanse los contaminantes y los tóxicos. Y los que nacen del útero del chismorreo.

La amistad -la veraz- enciende estelas. Y asimismo hilos de pabilos de cera ahora con lágrimas de Virgen que es Madre de Dios -pongamos que hablo del Rosario de los Montañeses- en el céntrico convento de Santo Domingo. Desde la augusta atalaya de más de ochenta años de sonrisas repartidas por doquier, una biografía bondadosa nos contempla. Verbigracia la de Manuel Vallejo Vázquez: bonhomía, cabeza bien amueblada, generosidad en el desprendimiento del amor sin regate, don de gentes al por mayor. Manolo Vallejo jamás supo ni pudo “estarse quieto”. Ora et labora, obras son amores y no buenas razones, cuerda para rato, quien resiste gana y darle vueltas y vueltas a los cangilones del emprendimiento empresarial -algunos con visos de pura innovación-: la proactividad por bandera.

Manuel Vallejo fue la antítesis de la tipología que se arrellana en la sociedad del confort. Manuel Vallejo ha sido la síntesis del esfuerzo personalizado y la meritocracia. Manuel Vallejo conversaba a través de los cristales anchos de sus gafas -que eran espejos de una dialéctica de mirada de hombre hecho a sí mismo-. Manuel Vallejo fue un cristiano y un empresario bueno porque no pecó de buenista (dos tendencias incompatibles entre sí). Su felicidad tuvo varios nombres: los de cada uno de los miembros de su familia. Fue excelso (silente) en muchísimos aspectos. He transmitido a sus hijos Joaquín -Hermano Mayor de la Hermandad del Rocío- y Tony mi más sincero pesar. Las palabras de Joaquín encarnan el mejor tributo final para el legado que ha supuesto y supondrá la enseñanza de vida y de muerte de su padre, tan querido en esta ciudad de Jerez: “Un ejemplo hasta para enseñarnos a decir ‘hasta luego’. Rodeado de sus ocho hijos y sus nietos mayores y con mi madre dándole la mano, su cura, fray Xavi, dándole el último sacramento de la unción de enfermos y rezando el Rosario para retornar a la casa del Padre, llenando a su familia de paz y sosiego”.

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