Pie de foto: ‘Animales refugiados’ (guerra en Ucrania): foto de Fergó publicada en ‘The Guardian’
Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez
César González-Ruano dejó escrita una de las definiciones más gráficas e ilustrativas alusivas a la muerte. El creador del nuevo articulismo español aseveraba que la muerte es una pedrada que le dan a uno pero que sin embargo duele a otros. Dardo en la palabra, por usar el título de la gran obra del preclaro Fernando Lárazo Carreter. ¡Cómo nos ha escocido el fallecimiento contra natura del joven Javi Fernández González! Superó con bravura el zarandeo de salud sufrido en agosto. Entonces las horas aceleraron los cangilones de la incertidumbre. Pero Javi, que siempre demostró su tesón y una inédita valentía sin corchetes, rebasó la meta de llegada en un novísimo éxito personal. No quiso revelar los claroscuros de tan poliédrico imponderable. Familiares y amigos se movilizaron en oraciones. Como una ‘Cadena de favores’ tan en la línea de aquella pedagógica película de Helen Hunt. Javi manifestó nones. Pero la muerte a veces se empecina en difuminar los machadianos días azules de una cotidianidad escrita con hálitos de luz. La pasada semana Javier cayó desplomado cuando sus pensamientos conjugaban verbos en futuro perfecto de indicativo.
El tanatorio de Jerez se tornó entonces manifestación popular. Con profesionales del periodismo de antes y ahora. Con una familia destrozada por el dolor pero asimismo fuertes en su ejemplar Fe. Y con personas anónimas y personalidades de representación institucional: desde la alcaldesa de la ciudad, Mamen Sánchez, a Paco Camas, el presidente de la Real Academia de San Dionisio Juan Salido Freyre o la directora del Teatro Villamarta Isamay Benavente hasta profesionales del sector periodístico de prácticamente todos los medios locales y provinciales -algunos también nacionales-. Se desbordaron todas las previsiones de concurrencia. Un clamor de expresiones a la recíproca. Conocí a Javier años ha. Cuando apenas era un niño. Su bondad a nativitate es heredad de rama que sale al tronco. Quienes conocen a su padres saben bien cuanto ahora expreso. Se me viene a las mientes también la empatía de su abuelo paterno. Nieto y abuelo ahora se han fundido de nuevo en una remembranza de Luna de Nisán.
Javier fue una persona sencilla, de humildad franciscana: parecía destilar cierta timidez. Risueño. Y muy autoexigente con la calidad de su trabajo. Se superaba a cada instante. Jamás dio problemas ni lanzó venablos por la boca. Nunca criticó a nadie. No hacía ruido, no era vocinglero ni fanfarroneaba de su talento. Era un ser necesario. ¿Verdad que sí José Puyol Vargas? ¿Verdad que sí, José y Rodrigo Melero? ¿Verdad que sí, Antonio Heredia? No se encaramó a las fauces de la erótica del poder. Javier tomó el sendero del curro a destajo. Dignificó la deontología informativa del fotoperiodista. Se labró el cobre al pie del cañón. En la labranza de un quehacer diario que no permitía coto. Conocía al dedillo que la trascendencia -la repercusión- del fotoperiodismo, como servicio social y como oficio de contrastes -para dar visibilidad a los invisibles-, no era un imposible. Javier hablaba despaciosamente con un timbre de voz que parecía emerger de las profundidades de la innata bonhomía. Su mirada poseía una cadencia lírica de rimas asonantes.
Y, sobre todo, Javier era ‘Demasiado corazón’, como el rotulo de cabecera del filme protagonizado por Victoria Abril y Manuel Bandera o la celebérrima canción -latente en nuestro Spotify- según la interpretación de Willy DeVille. El ‘Demasiado corazón’ de Javier ha ejercido de bisagra entre el más acá y el más allá. No me atrevería a consignar si Javi Fergó ha sido o no profeta en su tierra. Se trata de un interrogante cuya morfología tampoco precisa ahora ningún análisis. Yo entiendo que sí, aunque a veces Jerez sea tan sui generis para los manifiestos hijos virtuosos de su bendito censo. De seguro las nuevas generaciones de fotoperiodistas encontrarán en la inmarchitable dignidad profesional de Javi un referente. Su legado es una constante vital que jamás se fundirá en negro.