Martín Gómez

Este artículo no nacerá capitidisminuido. No sufre la merma de la inexperiencia. Habla en primera persona del singular. Cuanto aquí se describe no fue apreciado in ictu oculi (en un abrir y cerrar de ojos). El historial de nuestro protagonista manda con paso quedo y voz valiente. Años avalan su imperturbable quehacer. Nada más lejos de mi pretensión que sentar plaza de oportunista bajo el faldón de estas andas periodísticas. Sino más bien todo lo contrario: aspiro a la redención de la honestidad (la verdad, además de transparentes, nos hace libres). Martín Gómez Moreno recibirá mañana un homenaje escalonado de sentimientos unánimes. El tributo nació de la espontaneidad del pueblo. Martín, puntualización para los ignaros en la materia cofradiera, es capataz. No un capataz, sino capataz. No capataz a secas, sino capataz a borbotones, a borbollones, a burbujeos. Sus incontables seguidores saben a ciencia cierta a qué me refiero. Sus detractores, desconocen la exégesis de un currículo forjado a pulso aliviado. El mal de España, de Andalucía, de Jerez no es la sífilis –tan prehistórica ya- sino la aristofobia: la crítica feroz y feraz a quienes destacan. Martín, andando el tiempo y andando los pasos que él manda, ha callado muchas lenguas murmurantes. Quien aguanta, gana (Cela dixit). Sobre todo si aguanta kilos de fervor sobre los hombros de la medida y la Gracia (escrita por siempre jamás en letras mayúsculas). Martín educa a la gente de abajo, catequiza con oficio, alivia a las Hermandades de costrosas y casposas dictaduras de costaleros (comandados por simuladores de capataces aspirantes a carguillos pasajeros), apaga los fuegos (¿fatuos?) de la falta de personal como consecuencia de la tan manida y sobada crisis –otra vez reapareció la palabreja- costalera, asume y respeta y privilegia el papel de las Juntas de Gobierno y nunca aviva fanfarronadas bajo cuerda. Va de frente, como la delantera de los altares itinerantes que oficialmente dirige. No aprovecha su posición para descabezar en agraz el seno interno de ninguna Hermandad. Abono el gesto de los suyos motivado por el veinticinco cumpleaños de su labor como capataz de la Semana Santa de Jerez. Un cuarto de siglo no es tropo, sino data. No es lenguaje figurado sino pura evidencia. Enhorabuena a todos por revestir de traje negro y camisa blanca una palabra en excesivo desuso: justicia.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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