Por veces más huesuda

Otro día abordaremos la marimorena legal que encona -aún más si cabe- la separación de Jaime de Marichalar y la infanta doña Elena de Borbón. Por la cuenta que les trae -por la cuenta corriente quiero decir- mejor será una cordiale entente entre sendos despachos de abogados. Pero tiremos hoy por un derrotero bien diferente. Veamos. La ortodoxia protocolaria de la Casa Real se sobrepasa en la fijación detallista. A veces, algunas veces, el cantor tiene razón. Un líder no se fabrica con sonrisas Profident y muñecas giratorias como manos que saludan mecánicamente. La minucia no es valedera para la captación de adeptos. Las afinidades no se fraguan en ninguna operación de marketing. Sí, por el contrario, en el cuido de los pequeños detalles. La sobreprotección de la imagen de cara a la galería no siempre despierta simpatías, dulzuras y chifladuras de fans empedernidos. A mí la familia Real me cae mejor que peor. No entraremos ahora en el ringorrango de la vigencia útil, válida, ventajosa de la Monarquía. Está más que demostrada su necesaria eficacia. Únicamente, como brevería de otoño, como brebaje de letras entrecruzadas, como negocio sintáctico, como acento de sal y arena, como comentario doblegable, pretendo subrayar la extrema delgadez de doña Letizia Ortiz. Aparece en los papeles por veces más huesuda. Y me pregunto si no estará exponiendo el contraejemplo de alguna variante anoréxica al respetable pueblo español. Hasta su honorable marido ya ha denunciado públicamente, entre bromas y veras, el estado flacucho de su señora esposa. A propósito del rumor de su fantasmal embarazo. Que despliegue todo un alarde de enorme ropero con modelitos de ultimísimo estreno, al más puro estilo Sexo en Nueva York, tiene un pase de pernocta en las excepciones que confirman cualquier regla. Pero el progresivo adelgazamiento de su anatomía contrapone, desdibuja, descompone la cristalización del espejo social que ella representa. El protocolo de la Casa Real contiene su peso en oro. Y precisamente de eso, de peso, carece doña Letizia. Estoy en franco desacuerdo con la frase hecha de determinados modistos de alto copete. No, el esqueleto no es bello.

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