Emitido en el espacio La Piquera de COPE-Jerez

Coplas en la Academia

La España de las BlackBerry y del comecome de la conversión digital no ha perdido sus entrañas de sentimiento coplero. Ay, Triniá, mi Triniá. Me reconforta la subsistencia de la garra folclórica, el aferro a sus genuinas raíces, que el alma andaluza conserva a pesar de los pesares de la paulatina decapitación de esta España abocada a la indolencia de su irrespetable público (entiéndase por irrespetable público aquellos matasanos de la piel del toro que entran a desnucar la unidad territorial de un país siempre considerado ejemplo de identidad propia).

Pero la canción española forma parte de los intersticios del ADN del pueblo. Y ahí, señores míos, nadie bramará por sus fueros. Nuestra legítima defensa se llama…. Se llama copla. Y donde pongamos la voz cuajada de duendes de Manolo Caracol… que nos quiten lo bailado de la progresía del por aquí se va a Roma. Donde pongamos el quiebro de la sensibilidad popular de Marifé de Triana… que se espante la retahíla de las Shakiras, los politonos, las fusiones y las confusiones aflamencadas. Donde pongamos la rapsodia de las letrillas de doña Concha Piquer… que salga escopetado el batallón de Operación Triunfo.

Viene esta españolidad a colación merced a la última sesión convocada –y celebrada y concelebrada- por la Academia de San Dionisio. La institución que preside Pacote García-Figueras dedicó un vigoroso homenaje a la memoria del gran maestro Rafael de León. Nadie tuvo que sentarse en el quicio de la mancebía. De nuevo la poesía del lenguaje frente a la poesía del concepto. Otra vez la poesía del sentimiento frente a la poesía del pensamiento. La sede social de la Academia, llena hasta la bandera. Hasta la bandera de la nostalgia de un triunvirato que reinó con sones de estribillo pegadizos en el imperio lírico de la factoría poética española: Quintero, León y Quiroga.

Carlos Murciano fue el encargado de dirigir la barcaza de la remembranza, la galanura de este homenaje público que contó entre su concurrencia con poetas jerezanos de la talla de Antonio Gallardo Molina, Enrique Víctor de Mora Quirós o José Luis Zarzana Palma. Y con una amplísima representación del censo de académicos de la jerezana de San Dionisio. Y se oyó en el salón de actos grabaciones de época en las voces de Miguel de Molina o del referido Manolo Caracol. Y se detuvo el tiempo. Y se paralizó el frenesí de la vida. Y todos callamos cuando la copla recuperaba en la calle Consistorio las vetas nobles de un letrista que supo elevar a la categoría de magisterio literario todo el patrimonio de sus versos.

La Academia de San Dionisio supo rescatar de la Oficina de Objetos Perdidos los ecos repetidos de las canciones de Rafael de León. Y sentimos en nuestros adentros la fugacidad de la verde esperanza. Verde como la albahaca. Verde como el trigo verde. Y el verde, verde limón.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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