Siempre a sus pies

Anoche recalé en el patio de butacas del Teatro Villamarta. Fila 16 reservada comúnmente para los críticos. Allí poseo espaldar desde hace doce años. Tantos como vengo ejerciendo la crítica teatral. A excepción de honrosos descartes, testifiqué en papel prensa cuanto dio de sí –y de no- las anuales programaciones de nuestro coliseo jerezano. Ha llovido repetidas veces –temporada tras temporada- desde que me estrenara en semejantes lides bajo aquella ya primigenia escenificación de Fausto. He visto prácticamente de todo agazapado en mi posicionamiento periodístico. La mayor parte de los géneros y la práctica totalidad de la flor y nata de los artistas en boga. Ayer noche observé la pugna psicológica de la lucha de sexos. Esta batalla, cuando atañe a la erosión mental, comporta más dosis de violencia que la puramente física. La señorita Julia como texto ensangrentado de agresividad textual. Miguel Narros apuesta por la virulencia de la letra escrita. Cierta parcela del público no entendió el sentido argumental de la representación: reían a mandíbula batiente cuando el clímax escénico intensificaba la pulsión dramática de la obra. Contradictoria reacción. Las risas obedecían a la simple encarnación sexual de una lucha de contrarios. O a la semidesnudez –pechos al aire de la paradoja clasista- de María Adánez. ¡Ah la educación –feble, lánguida, contrapuesta- que aún no poseemos en nuestra calidad de espectadores! Por cierto: la actriz protagonista, la mentada María Adánez, cuajó una actuación brillantísima. A sus pies siempre para quitarse el sombrero.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL