¿Te reconoces en este post?

Hay personas que optan por el autoengaño. Se entregan sin remilgos a la cáscara de la superficialidad. No proyectan la bravura, el coraje, el arrojo de reconocerse hasta las últimas consecuencias. Sonríen de cara a la galería únicamente para convencerse –quizá frágilmente- de la inconsistencia de su discutible paso adelante. Prefieren apostar a caballo ganador, a la circunstancial oportunidad brindada, a la trampa de las medias tintas. No escamotean riesgos al porvenir. Quieren jugar sobre seguro. ¿Mejor pájaro en mano que cientos volando? Saben a ciencia cierta que no buscaron hasta el extremo, hasta la extenuación, hasta el desaliento, el desafío de sus sueños. Y avanzan a tientas: procurando dotar de razones, ¿de ilusiones?, las muchas fragilidades que revolotean –como avispas amenazantes- en los arrabales de la mente. Dirimen entre la agarradera o el pálpito interior. Entre las medias verdades y las mentiras a medias. Entre el aferramiento o la plenitud. Prefieren el sí del alcance de la mano. El arrimo de la seguridad. Sucumben ante la comodidad. Escogen la decantación. Votan por el conformismo. Por la indolencia, por los cantos de sirena, por la apariencia, por el escaparatismo, por la imagen de cartón piedra, por la fachada de papel mojado, por la flecha de barro cocido. Por un bisbiseo de castillos de arena, de celosía barata, de renegación de sí misma. Eligen el camino fácil de la ambigüedad. De la justificación, de un pretexto con nombre propio. Aceptan –otra vez- las circunstancias tal como vinieron dadas. Negándose.

Pero juegan erróneamente con la probatura. Con el manual de la incertidumbre. Con la enredadera de unos sentimientos ahora contrapuestos. Dóciles a las cuentas del futuro. A la absorbente amenaza de la edad. Esclavizadas de un zigzagueo absurdo. Ni por asomo rebeldes, subversivas, idealistas con los gritos de libertad que siempre anidaron en la burbuja de sus entrañas. El tiempo es una lenta depredación de las opciones personales que desdibuja nuestra genuina identidad. Quien no saque pecho, quien no desafíe los entuertos (ficticios) de su misma autobiografía, acabará estrechándose, amilanándose, reinventándose en otro ser frontalmente diferente. No conocemos los humanos mayor derrota que la infidelidad a nuestras más vigorosas verdades. Algunas criaturas ni siquiera parecen la sombra de cuanto fueron. Porque han deslindado la autonomía de su troquel originario. Para perder valor, envergadura, raza, poderío. Para dejar escapar los hálitos de sus grandezas. Cualquier hijo de Dios tiene derecho a equivocarse toda vez asuma la creencia de su potencial acierto. Pero agarrar, atrincar, sujetar, retener de principio una contradicción interior, una paradoja interna, ya define, ya origina, ya acentúa mi –cálido, efusivo, refractario, autorizado- reproche. Determinado/a lector/a interpretará –incluso tiernamente- las letras y las cifras de este post, de este par de párrafos, de este punto y seguido. Porque no hay signo de reconocimiento más alto que el de la buena conciencia. El resto es chequeo rutinario, escopetas de plomillo, guirigay y vanidad de vanidades.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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