Comentario editorial del espacio cultural de la Cadena COPE 'Café de París' - Viernes 23 de enero de 2009

Estimados oyentes de la cadena COPE: La muerte hinca los pies en suelo firme. A veces visita la tierra con un aferro demasiado endemoniado. Implanta su presencia como una okupa de vidas ajenas. Se deja querer invariablemente. Y nos atrapa a tenazón, a quemarropa, a bocajarro. Con su disparo de gracia en la nuca de nuestros allegados.

Dejamos atrás una semana infausta. Porque la muerte filtró su caza y captura en el humorista gráfico Maro. Como pretendiendo -en balde- desquitarnos por entero de la chispa del humor siempre ingenioso. La viñeta traspasa la linde del más allá. Porque el trazo del rotulador bebía de las fuentes de la incandescencia social. Inmortalidad dibujada, en suma. Ahora atrapa a otro clásico de la ciudad: Paco Sambruno. Paco padre. El maestro de los caracoles del bar El Pollo. El mayúsculo hombre de la red afectiva.

Sus hijos -Francisco (el cofrade, el cristiano, el paradigma de la espiritualidad cristiana) y Juan Carlos (el amigo, el compañero de COPE) encarnan en sí mismos el legado emocional, el destello humanitario, la pica en Flandes, de su progenitor. Dos palos de tamaña astilla. Me entero tarde de tan aciaga noticia. Pero no dejo pasar por alto la constatación del pésame.

La vida nos fortalece ante los trallazos de las horas fúnebres. La cultura de nuestra existencia no recae sino sobre la asimilación del legado de nuestros antecesores. La letra con sangre entre. Y la sangre de la parentela actúa como una Academia de ética, de docencia impagable. También la didáctica del aprendizaje nos remite a la enseñanza de nuestros padres.

Esta editorial reverbera hoy la granadina de la mejor pedagogía: la que asimilamos desde los dulces envoltorios de nuestra infancia. Cultura y trascendencia no están reñidas. Maro nos ilustró -intelectualmente hablando- con un lápiz de grueso enfoque, con la voracidad lectora de su sabiduría plástica, con el guiño millonario del buen humor. Paco Sambruno estimuló a sus amigos, a sus clientes, a sus acérrimos, salpimentando de sabor las tapas de su ofrenda, la gastronomía de su talento, la empatía de su razón de ser. El cielo se engrandece por momentos. La muerte se instala por veces. Nosotros -quién más, quién menos- sólo apelamos a la resignación. Descansen en paz ambos doctores en la cátedra de la amistad.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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