Debuto en Café de París

Esta mañana he debutado, oficialmente, como crítico cultural de COPE. Con carné acreditativo, micrófono en ristre y espacio propio. Me arropa el programa matutino del compañero Gabriel Álvarez (informador de raza) y me patrocina la gentileza siempre impagable de Cajasol. En efecto: todavía existen instituciones defensoras a ultranza de la difusión del saber. Mi voz llegará al oyente durante las mañanas de los viernes, aunque esporádicamente salpicaré algún determinado corte noticiero para los informativos de Manolo Esteve y, cómo no, transportaré el logotipo de la COPE entre pecho y espalda allende nuestras fronteras (siempre a tiro de piedra y a revientacalderas de las convocatorias susceptibles de análisis, propulsión y divulgación). El espacio cultural que emito en antena ha sido bautizado como Café de París. Tal que así quise denominar mi propio ámbito de actuación. La devoción que profeso por la capital francesa –por su crepitante éxtasis artístico de entreguerras- me concede patente de corso, carta blanca, legitimidad espiritual.

Gaby y yo hemos disfrutado como dos periodistas libérrimos –extrapolados in situ a la atmósfera de los Léo Ferré, Jacques Brel o Georges Brassens- mientras inaugurábamos (burbujeante copa de metafórico champagne en la mano diestra) este encuentro semanal con la cultura. El compañero –el aliado, el hermano en Cristo- me ha vendido a la audiencia a las mil maravillas. Entiéndanse las mil maravillas como ese plus de generosa sobreabundancia que los camaradas se profesan incondicionalmente. Por cierto: no pasen por alto el blog de Gabriel Álvarez (http://elblogdegabrielalvarez.blogspot.com/). Lean el aserto: coexiste una casta de periodistas de veras comprometidos con la brega y con la briega diaria, con la ética social, con la raigambre humana de la justicia. Atiendan, si no, a blogs como los del referido Gaby, Pepe Contreras, Andrés Luis Cañadas o Francisco Lambea. Os reproduzco, a modo de ilustrativo fragmento, el comentario/editorial que he alumbrado en el paritorio de Café de París. Sólo un bosquejo textual. El espacio se estructura en tres partes bien diferenciadas: a) Comentario editorial, b) Entrevista y c) Recomendaciones y críticas de libros, cine, teatro y espectáculos de ocio. Ahora que el egocentrismo campante todo lo allana, todo lo achata y todo lo decapita, no viene nada mal entregarse al romanticismo bienoliente del París de la primera mitad del siglo pasado. Y, precisamente por bienoliente, salpiquemos la iniciativa con unas gotitas de Coco Chanel. ¿Coco Chanel? Sí, sí, la misma que nos dejó dicho que “la belleza dura, lo bonito pasa… Los cuidados de belleza tienen que empezar por el corazón y por el alma, de lo contrario los cosméticos no sirven de nada”.

Reproduzco, queridos lectores, mi editorial de la apertura de Café de París. Dice así:
“Estimados oyentes de Cope Jerez:

Hoy iniciamos una novísima andadura: aquella que nos compromete hasta los tuétanos con el mundo de la cultura. Me toca en suertes protagonizar –al dictado de la actualidad- este espacio plural y multiforme. La cultura no permite –no debe permitirlo al menos- los mimetismos del Pensamiento Dominante. Su aliento, su sustancia, su médula subvierte el orden establecido para interpretar otros universos, otras cadencias, otras perspectivas, otros requerimientos.

Decía Franz Kafka que la literatura es una expedición a la verdad. Y concretamente a ésta, a la verdad que de continuo nos hace libres –he aquí el lema de esta cadena radiofónica que nos acoge per secula seculorum- nos acogeremos como divisa ética, como horizonte oteado, como finalidad de nuestros comentarios, de nuestras críticas, de nuestras demandas y de nuestros halagos.

Jamás nos rendiremos a la laxitud de la indolencia. Jamás nos lucraremos del poder omnímodo del micrófono. Un medio de comunicación representa una azotea abierta a la predicación de las interpretaciones del mundo. Y yo, ahora que expando mi voz a la ciudadanía, tomo asiento en segunda fila, detrás de las columnas salomónicas de la observación más honesta, más versátil, más autoexigente.

Ya nos alertaba José Manuel Caballero Bonald, en las páginas de su tonificante Manual de infractores, que “sólo está a salvo quien a sí mismo se incrimina”. La sentencia está echada. El dado ya baila encima del tapete. Alea jacta est. Todos seremos traducidos en función del iluminado enfoque de la cultura.

La cadena COPE me confía la crítica teatral, cinematográfica, literaria, musical… Y yo asumo la encomienda sin ningún atisbo de reticencia. Bien que mal, mal que bien, a salto de mata o concienzudamente, buceáramos juntos por las profundidades –acuáticas o acuosas: refrescantes al cabo- del pensamiento, del análisis, del debate.

Salpicaremos durante la semana algunos comentarios cuando la primera plana de las convocatorias de ocio así nos lo reclame al detalle. Al costadillo de la emergencia y de la inminencia. Pero fecharemos en la mañana de los viernes, acuñados y arropados por el programa matinal de nuestro compañero Gabriel Álvarez, este espacio que es metáfora del tiempo, lupa para la letra pequeña y traducción simultánea de las entre líneas de los textos que nos interesen, de los fotogramas que nos encandilen, de los escenarios que nos arroben, de los pentagramas que nos fascinen.

¿Comienza la función? Pues ajustémonos cómodamente en el gallinero de este espectáculo crujiente –constante y sonante- de la radio que narra –entre bastidores, a pie de página, con la batuta en la mano diestra- la acompasada transferencia del aprendizaje, de los libros, del celuloide, de las sonatas inacabables del saber.

Bienvenidos todos a esta sementera cultural. A esta fermentada realidad. Como señala Fernando Sánchez Dragó: No somos lo que vemos, sencillamente vemos lo que somos”.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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