La tiranía de la belleza

La sociedad del siglo XXI impone sus mandamientos de la ley de los prejuicios que todo lo oprime. Una de las monomanías más canallescas es la sangrante tiranía de la belleza esteriotipada según unos cánones absurdos de hermosura dictada al socaire de patrones más o menos aceptados por la práctica totalidad. Asistimos a la servidumbre del trueque de los valores humanos. Guapura y valía parecen dos conceptos machihembrados e indisolubles.
Este axioma es una iniquidad sin pies ni cabeza que sin embargo trae en jaque y derechitas por la calle de la Amargura a muchas personas. Craso error el comecome de los perfiles estéticos de cada cual en su propia disconformidad frente al espejo.

¿Cuántos no han subyugado sus vidas bajo la contrariedad de un rostro, el suyo, que rechazan sin ninguna tregua de autocomplacencia? Primer batacazo de consideración porque la belleza no radica en unos determinados rasgos físicos sino en los ojos que los miran. La belleza no es una predeterminación tácita según quien la luzca sino una interpretación y una aceptación de la mirada ajena. Nuestra belleza no la establecemos nosotros sino las pupilas de los otros o de las otras a tenor de sus gustos y sus preferencias. De modo que, demostrativamente, responde a un concepto libre, indeterminado, plural y a veces hasta caprichoso. Lejos encontramos, por ejemplo, el ideal estético femenino tan en boga durante el Renacimiento.

O la patochada de las medidas ideales forjadas y forzadas desde las pasarelas de esqueletos vivientes que atisbamos cada dos por tres. La primera temporada de la teleserie protagonizada por el estelar personaje de Bea Pérez Pinzón, la Bea, cumplió una reseñable función social. Porque constataba la verdad del barquero de las razones de cualquier enamoramiento: un deslumbramiento inicial que cobra mayor grandeza y mejor entereza en la bajada a la realidad de esa indestructible maravilla que chisporrotea el paulatino conocimiento recíproco de un hombre y una mujer abocados a la fusión de sus almas. ¿Guapo él y fea ella? ¿Viceversa? ¿O guapísimos ambos dos para la opinión de ellos mismos? Elijo esta última pregunta ya respondida de antemano.

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