La corrosión del fracaso
(La Piquera – COPE Jerez – Martes 27 enero 2009)

Estimados oyentes de COPE-Jerez:

Detallan –quienes así sufren sus espuelas- que el fracaso es una sensación sumamente anuladora. Que bate sin clemencia al individuo o a la individua hasta límites de parálisis emocional. El fracaso –doquiera contemplemos sus lapas y sus embestidas- vincula a las personas a la conmoción del vacío, a la noción del desperdicio, al bajón del adefesio. Un ser aceptadamente fracasado padece a la defensiva, vierte la rebeldía incondicional del indoblegable, calcorrea (corretea aprisa) detrás de las confusiones y las consunciones de las fechas y las fachas. Los fracasados y las fracasadas suman legión, cuadran batallones, jamás rompen filas. Pierden el norte de la autoestima, la requisitoria de la ilusión, el empuje de la voluntad. Extravían la percepción real del potencial que aún manejan en su fuero interno porque se siente –sin mediación ni calco- resto de hoguera. El fracasado, la fracasada, a falta de mejores perspectivas, se agarran al clavo ardiendo de la primera oportunidad brindada. Conscientes además de la insuficiencia de la oferta, de las medias tintas de la conformidad, del autoengaño –sí, del autoengaño- a cuyo colofón, a cuya mentira, a cuya farsa se someten. Apuestan sobre seguro, al caballo ganador del "a falta de pan, buenas son tortas". De modo que la impresión de derrota personal se duplica a la larga. El fracaso –su espejismo, su alucinación- fuerza a determinados temperamentos débiles a cometer la más surtida de las estupideces. Por ejemplo aquellas que instalan en su vida todos los resortes de una aparente felicidad. O de una amanerada normalidad supeditada a las normas sociales, a los prejuicios moralizantes y a la dictadura del qué dirán. O a los mandamientos de la ley pueblerina –casposa, trasnochada- de los comentarios ajenos. Ya saben: las lenguas de vecindonas. La falta de honestidad atenta contra muchas parejas, contra muchos cónyuges, contra muchos noviazgos sostenidos bajo la falsa adscripción a lo normal. Como si lo normal –dictaminado, ya digo, por el arrullo de la mayoría- garantizara la teoría de nuestro contento. Cada persona es un mundo interior y una pugna exterior. Cada persona, por añadidura, incuba un ideal pero no presenta batalla a los impedimentos que obstaculizan su obtención. La película Revolutionary Road –con una Kate Winslet en estado y en estadio de gracia- nos zarandea los espejos de la realidad con un crujir de cristales que recrudece los reflejos de la búsqueda de la verdad.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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