En mi imperfección me deleito

Vuelvo -¿por mis fueros?- a la escritura autónoma, a la escritura enfebrecida de termómetros curativos, a la escritura independiente e independizada. Esta semana ha dado mucho de sí. Hago balance para entregarme de nuevo a la vorágine de mi propio escrutinio personal. Y me satisfacen los resultados inmediatos. Porque continúo avanzando a paso de agua, viento en popa a toda vela. Asentado allá –antonomasia de Luis Cernuda- donde no habite el olvido. ¿Autocomplacencia? No. ¿Conformismo? Tampoco. ¿Satisfacción? Evidentemente sí. La vida es un entrecruce de senderos, una abrumadora apropiación de lo imprevisto, una canaleja de maquinal interrelación humana. Y un beso que esconde su fundamento. Y un guiño que adormece su ensueño todavía estremecedor. Y unas alas regaladas en tu espaldar. Y la doble voltereta del atrevimiento. Y un folio en blanco. Y una textura de comisura de labios. Y unas letras que acarician tu retina. Y un exabrupto del pasado. Y una carta ya amarillenta. Y un permanente último minuto de lucidez del doctor Jekyll y un ominoso renacimiento inverosímil de míster Hyde. La mía, mi existencia, posee la gravitación de sonrisas que tonifican su registro de acuarelas, sus significantes de nombres propios, su calendario de fechas memorables y su censo de gente queridísima. Cinelandia –la tierra del cine- brotó de la pluma –y de la greguería como pigmento de otros orbes- perteneciente a don Ramón Gómez de la Serna. El escritor del optimismo. El orondo señor de la metáfora. También observo yo mi trajín desde la óptica de los habitantes de Cinelandia. Desde la utopía de un hábitat mágico. Me reúno, charlo, proyecto, debato, salgo, entro, combato, lidio, abrigo, intercambio, respaldo, comparto. Pero no choco, no discuto, no pugno, no juego al gato y al ratón, ni al pollito inglés porque la persecución y la avanzadilla a bocajarro no forman parte de mi catálogo moral. En mi imperfección me deleito. A la postre soy afortunado: sostengo un clima de ineluctable amistad. La realidad corre a toda prisa. Pero doy abasto, me multiplico, sigo girando sobre el gozne del destino. Que nada nos detenga, que la impericia de la cotidianidad no merme nuestras energías positivas. Pues nos restan demasiados mundos por conquistar. Quienes bien me quieren… han hecho gala de su querencia. Lo dicho: vuelvo por mis fueros. Reaparezco con las manos cuajadas de libertad.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL