Discurso de introito a la ponencia de Luis Cruz de Sola en la Escuela de Hostelería este pasado martes

Sr. Presidente del Círculo Cofrade El Muñidor don José María Prieto Guinea.

Estimado amigo, carísimo hermano, bienquisto católico, tasadísimo cofrade, nazareno de negro y contable de las estadísticas de los casos y las cosas de Dios según las ecuaciones de la piedad popular… don Luis Cruz de Sola.

Querido Eduardo Velo, mi Hermano Mayor por partida doble. Esto es: de sangre y de luz. Osease de sangre de linaje de una casta de cofrades que tengo la inmensa honra de legar… y de luz de cofradía morada de tarde del Viernes Santo cuando los vencejos de la memoria regresan –siempre por el camino más corto- a la collación de San Pedro.

Compañero Francisco Carrasco. Señoras y señores, amigos todos.

Hoy me siento notablemente abrumado. Créanme a pies juntillas y sin otorgarle mayores cuartos al pregonero de la burocracia de estas palabras de introito y salutación.

Abrumado porque me acompañan en la tribuna de oradores dos de las cabezas mejor amuebladas de la Semana Santa de Jerez. Tanto en Luis y como en Eduardo existen y coexisten no sólo la honestidad de la presencia sino también –y por añadidura- la magnanimidad de la presciencia. Y entiéndase la presciencia como sinónimo de presagio, acierto, adivinación, pericia y maestría.

Nos escoltan esta noche dos cofrades sesudos y talentudos y concienzudos. Dos corazones latientes en la arritmia del tiempo como fugacidad de la nostalgia que va y viene como un péndulo a lo divino.

Sobre el estrado encontramos dos nazarenos desprovistos de túnica y capuz que sin embargo jamás reniegan de su condición de tales. Dos nazarenos de jornadas desvividas por la corporación de sus amores. Dos nazarenos de escala de valores como sinergia de escalafones que conducen a los barandales del mismo Dios. Dos nazarenos de varas doradas empuñadas en la liturgia de las horas solemnes.

Dos teóricos como mucha práctica. Dos alfas y dos omegas que nunca ofrecen la espalda de la indolencia. Sus preceptos y preconceptos sobre el hábito nazareno suman el kempis del cofrade que testimonia la doctrina de Cristo en la vestidura –siempre inconsútil, siempre irrompible- de la cola sobre el brazo, el esparto/cíngulo (el cíngulo/esparto) ajustado a la cadera de la cadencia del testimonio directo y la mirada (acuosa por emocionada) proyectada sobre un cortejo de gracia sacrosanta.

Los cofrades puristas sabemos que el silencio precede al Verbo. Al verbo escrito en letras capitulares a la antigua usanza.

Los cofrades puristas –que no fueristas- asumimos que Luis Cruz y Eduardo Velo predican con el ejemplo andante de sus reconocidas y reconocibles trayectorias.

Los cofrades puristas –que no hablistas, que no parleros, que no vocingleros- consideramos la mudez como una instructiva antesala de la elocuencia.

De ahí que el barrunto y el exabrupto de mis palabras siempre pecarán hoy por defecto. Mi osadía –aquí y ahora- estriba en considerarme Diputado de Cruz de Guía de dos ponentes que constituyen en sí mismos toda una institución declamatoria de la sapiencia y la esciencia de la materia semanasantera.

No desgranaré, por ende, cuantas tesituras, pálpitos, enfoques y entronques une a estos dos paradigmas del universo del incienso y la bambalina. No ilustraré mi semántica con las evocaciones de Diego García Rendón portando el Simpecado de la Virgen en aquellas Santas Madrugadas de la España del hambre…

Ni las coloristas portadas del periódico Ayer con la rima lírica del llanto de la doble campanada de San Miguel. Ni la sonrisa predispuesta del tío Perico preguntándole al cuadro del Santo Crucifijo –en la soledad sonora de su dormitorio- si también ese año disponía de fuerzas suficientes para hacer la Estación de Penitencia.

No me toca a mí encender la moviola de los recuerdos ni activar los fotogramas de la radiografía rediviva y revivida de tantas proezas de lo aparentemente inapreciable.

Aderezo el ademán, recompongo la postura, me anudo otra vez la corbata del protocolo, renuevo la etiqueta de las formas y aguardo –silente, sosegado, expectante- la trascendencia de ambos discursos. El fuste del mensaje de estos dos máximos dirigentes.

La Escuela de Hostelería acaba de convertirse en improvisado Pleno de Hermanos Mayores. Entramos en el Quinto punto del Orden del Día: Ruegos y preguntas. Solicitan su intervención Eduardo Velo y Luis Cruz de Sola. Tienen, pues, cómo no, el uso de la palabra.

Muchas gracias.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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