Ingrávido en San Francisco

Tres días ha permanecido –mentor y adalid- en solemne ceremonia de besamanos. Memorial de un Jerez antiguo que regresa por el camino más corto de la Fe hecha introspección del alma. Tres días visitado por la multitud. Ingrávido su portento. Tres días contra el túmulo del vacío. Contra el hastío de los subterfugios morales. Contra el picaporte de la cotidianidad. Contra las solfas de los pensamientos injustos. Contra las cubiertas de las entrañas podridas. Contra las trizas de la intransigencia. Contra los muros de la descreencia. Contra los lomos de los repudios humanos. Contra el linchamiento de la honestidad ajena. Contra los estertores de la mentira. Contra el resbalamiento de las ilusiones conjuntas. Contra la corrupción del poder. Contra el afán de notoriedad. Contra las máscaras neutrales. Contra las desgracias reiteradas. Contra las lenguas viperinas que propalan vilipendios a diestro y siniestro. Contra los crímenes execrables. Contra los cicerones de la polémica sinsentido. Contra los maleantes de las vidas prójimas. Contra los maremotos de los oprobios gratuitos. Contra los negativos de condición. Contra la malignidad de las estrategias burdas. Contra la indiferencia de buena parte de la sociedad… Contra los escapes del insulto encubierto. Contra la tergiversación de los cabreados crónicos. Contra el germen de cualquier otra guerra internacional…

Contra los camellos de las sustancias blancas. Contra quienes propinan palizas a la niña de sus ojos. Contra los violadores de la intimidad otra. Contra la desinformación a sabiendas… Contra las energías malgastadas en iracundas trifulcas. Contra la apatía frente a la potencialidad del futuro inmediato. Contra las secuelas del rencor. Contra las huellas del resentimiento. Contra el infortunio de los inocentes. Contra la ceguera de miradas que jamás ven más allá de lo puramente visible. Contra la sintonía del indiferentismo. Contra el pentagrama del abrazo desafinado. Contra las cuerdas del pugilato insensible a la fraternidad. Contra la escaramuza de la confusión por la mera confusión. Contra las falsedades del mundo vigente. Contra la intolerancia de los sectores radicales. Contra el libertinaje de la murmuración. Contra la fábula de las intenciones subrepticias. Contra la moraleja de los intereses creados. Contra el apego de la ojeriza…

Así y a tal fin, gallardo y sublime, tenue y portentoso, se mostró el Señor de la Vía-Crucis en San Francisco. Limpio como la pureza de su mensaje. Cristalino como la transparencia de su Palabra. Esperando la sobrevenida de los fieles en cataratas de solemne peregrinación. La túnica revestida, recolocada, revisitada por el terciopelo de una plegaria. El cíngulo verticalizando la ascensión de su eternidad. Los pies, sí, los pies descalzos como no pocos de sus hijos cubiertos por la dimensión del silencio cuando la Santa Madrugada anuncia capirotes blancos tras las esquinas de la memoria. La cruz presente a pesar de presentida. La cruz presente aunque indisoluble a la trascendencia de su camino de la luz. La cruz presente sin embargo.

El Divino Nazareno Franciscano dedicando media verónica a las torceduras fraternales del Universo. Observamos su figura plantada en los medios de la Capilla del Voto. Arropado por la elegante estética del instante. Por el sobrio estilo cofradiero que muy cariñosamente codirigen los mayordomos Juan Infante Jiménez y Genaro Benítez Gil. Por la finitud archisabida de los hermanos allí concurrentes. Por el sempiterno regreso de los cofrades que Gloria hayan. Por la tácita estancia de Manolito Guerrero entre aquellos que no confundieron los sentimientos del corazón -¡del amor profundo!- con la dudosa significación del sentimentalismo ulterior.

Los cofrades de las Llagas saben que el Señor de la Vía-Crucis baja a la altura de los hombres para luchar contra las inmundicias. Para insuflar el cariño que profesa a sus hijos sin decir siquiera oxte ni moxte. Los cofrades de las Llagas flanquean la estampa de un Cristo paciente y salvador. Enorme como la estatura de la tradición. Insigne como las formas de sus penitentes anónimos. Propagador de paz. De unidad. De verdad.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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