Portadas, torrijas y un sobreesfuerzo

En este tiempo de vísperas la sensibilidad cofradiera se agudiza, se puntualiza y se exterioriza. Un temblor antiguo nos recorre el costillar de nuestra vocación y de nuestra inclinación por todo cuanto concierna a la Semana Santa. Me mandan (vía e-mail) la portada del último número de la revista sevillana titulada Cuaresma. No me negarán el sabor añejo de su cromatismo. La salida de la Amargura -¡no digamos la recogida de esta perfectísima cofradía del Domingo de Ramos!- supone todo un acontecimiento digno de arrobo, énfasis, asombro, encandilamiento y detención del instante. Aquí os la estampo, queridos lectores y lectoras. Por cierto, aunque ya sabéis que no cuento con espacio, con minutos, con paréntesis para prácticamente nada, haré un sobreesfuerzo a efectos de dejarme caer a diario descontando así los días que restan para la amanecida del gozo. La cuenta atrás comenzó hace ya varias semanas. Todo volverá a suceder a la hora exactamente incierta o inciertamente exacta de las horas solemnes. Este año he roto una nefasta costumbre que últimamente sostenía en mi fuero interno (ignoro por qué rara y rala usanza): ya he engullido (plácidamente) un buen muestrario de torrijas caseras. Una fuente de torrijas es el símbolo del regreso de una época nunca perdida. La que nos devuelve la inocencia del niño que siempre estrena zapatos nuevos cuando las palmas ya despuntan por la filigrana de nervios del Colegio San José.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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