Dios anda por la ciudad

Dios anda por la ciudad estos días de niños pidiendo cera a pie de calle. Inenarrable cuanto hemos experimentado esta noche en la recogida de la cofradía del Museo. A las tres de la tarde correteé –en zigzag de avanzadilla- la calle San JacintoTriana pura- entronizándome al costadillo de la cofradía de San Gonzalo. Y a las tres de la madrugada todavía andaba enrolado en el trajín del pateo de los itinerarios de recogida de las corporaciones más señeras: El Museo, las Penas de San Vicente, Vera-Cruz, etcétera. Me he excedido en las recargas de fuerzas: llego al hotel literalmente pulverizado. Las alforjas recargadas de temblores de novísimas vivencias. Los niños, de nuevo los niños, cubriéndolo todo –lo consuetudinario y lo posmoderno- con sus lenitivos de sonrisas inocentes. La Semana Santa sigue perteneciendo al interpretativo mundo de los niños. Hoy me he tornado Semana Santa con sabor a chupete de los cofrades del mañana. ¡Cómo se han portado los pequeñillos nazarenitos de la rigurosísima Hermandad de las Penas de San Vicente! ¿Y qué me dice Sevilla de los monaguillos y monaguillas del Museo? ¿Y de los ángeles vivos –túnica blanca de infantil ilusión- del cortejo de San Gonzalo? Hoy dormiré como un bendito porque muchos sevillanos chiquititos me han regalado caramelos y estampitas de sus Cristos y sus Vírgenes. Yo pido ahora por aquel crío peloncete –enfermo de cáncer- que masticaba las golosinas del respeto por su Semana Santa cuando ya Cristo moría encima de una canastilla de eternidad de la Hermandad de Santa Marta. Pongamos que hablo de media tarde en la plaza del Duque.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL