Domingo, hoy, de lazos estrechados

Domingo de convivencia con los hermanos de mi cofradía de las Cinco Llagas. En buen número nos hemos reunido para celebrar un acto de confraternización. Es decir: la clásica convivencia de hermandad. Tocaba hacer balance de la Semana Santa envueltos en un ambiente distendido, cercano, íntimo, cordial, afable, coloquial… Nos hemos reído mucho con nuestras cosas. Las hermandades serias desarrollan luego, en su seno interno, una divertidísima camaradería fraternal. Por cierto: la berza marinera estaba de rechupete. Y no digamos la gigante tarta de manzana que preparó para la ocasión Manoli Carrasco. Nos lo hemos pasado en grande porque grande es la sensibilidad de quienes hoy hemos almorzado alrededor de la misma mesa. Poseo un recuerdo imborrable de la pasada Madrugada Santa. Supuso un refulgente colofón a innumerables vivencias acumuladas –como un sortilegio de la bienaventuranza- durante toda la ancha Cuaresma. Nos han dado las tantas en la Casa de Hermandad. Hemos hablado mucho de nosotros como personas y quizá muy poco de la cofradía en la calle. Bendito síntoma éste. Los cofrades, a veces, nos olvidamos del valor humano de los hermanos en clara prelación de la corporación nazarena como conjunto, como institución penitencial. Hoy me quedo con la complicidad y las confidencias, con la afabilidad y la franqueza que mis oídos guardan como tesoro con latidos de nombres propios. Domingo, hoy, de lazos estrechados. En efecto: ser cofrade es una bendición del cielo.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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