Charla, familiaridad, Primera Comunión, cine de susto y remake, sentimiento industrialista…

Primero: Escribo con el sueño pegado en los párpados. Las retinas demandan la tersura de la almohada. Apenas he parado estos días por casa. Mucho movimiento, mucho trajín, mucha convivencia. Saco réditos de tanto ajetreo. Porque me he mezclado con la intimidad compartida de seres humanos –de ángeles custodios con nombres propios, de musas de carne y hueso- que valen su peso en oro. ¡Armonías renovables de la amistad! He dialogado con gente en masculino o femenino singular. He desplegado los pergaminos del intercambio afectivo. He antepuesto las esencias de la escucha. Charlas de franqueza que afronto como un confesor sin galardones espirituales. Me entrego pegando la oreja a la descarga emocional del prójimo o la prójima. A veces me sorprende la capacidad de afinidad, de amenidad, de igualdad que esbozan determinados/as allegados/as. Me alimento de sus transparencias. Segundo: Las Primeras Comuniones abundan por doquier. Esta mañana he asistido a la de Claudia: estimulante celebración de pulcros detalles organizativos. Modernidad y tradición no riñen escandalosamente. He disfrutado con la conformidad de una celebración en su justa medida y de un convite perfilado de familiaridad, cercanía y remembranza. Tercero: Ayer sábado dio bastante de sí. Diálogo confesional sobre el tapete. Cena de rancheras mojadas en salsa barbacoa. Cine de susto y remake. Paseo de tientos y tiendas. Parrafadas a troche y moche. Cuarto: Renovación del sentimiento industrialista, esta tarde, desde la grada de un estadio de clamor rescatado veintisiete años después. ¡Industrial, Industrial, qué bonito nombre tienes…! Prometo artículo, glosa, nostalgario en breve.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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