Discurso de introito a la ponencia del reverendo padre José Manuel Guzmán Rodríguez este pasado lunes en la Escuela de Hostelería

Aún recuerdan los cofrades de San Francisco su nariz porrona, su voz campanuda y sus ademanes de señor siempre elegantemente revestido de cortesía y contundencia. Aún rememoran los nazarenos de la luz de la Madrugada de los largos silencios la figura imponente de don Manuel Martínez Arce: su escritura pendolaria, la conciencia de su sintaxis, el fondo prenatal de su formación cristiana.

Aún evocan -¡e incluso invocan y convocan!- los hermanos de las Llagas la herencia, la querencia y la tendencia interpuesta –urbi et orbi y per sécula seculórum- por aquel hombre de abrigo verde, sombrero en ristre, oratoria cuajada de imbatibles argumentos, razones para la esperanza, amor a raudales por las cosas y las causas de Dios y un altísimo sentido de la responsabilidad cofradiera para con los entresijos, los antídotos y los expurgos que –fermento de lo inmediato- precisa la cosmología de los ámbitos de la Semana Santa.

Los nazarenos de blanco de la plaza Esteve aún retienen en la retina de la moviola el legado de uno de los cofrades más significativos, más ilustrativos y más indicativos de cuantos hayan intervenido directamente en la consecución del milagro primaveral de los chorreones de la Luna de Nisán que –ceñidos el esparto a la cintura y simétricos los capirotes en justa simetría- procesionan por las calles de Jerez cuando un Vía-Crucis de amor cruza de parte a parte los intersticios de nuestra alma.

Señalaba don Santiago Ramón y Cajal que la Gloria, en verdad, no es sino un olvido aplazado. Con semejante aseveración –con tamaña polivalencia expresiva- dejaba por sentado que el olvido forma parte del ADN de lo netamente español. Y que, por ende y por inevitable, su dilación, su demora, su tardanza adelantaban alguna especie de permanente homenaje post mortem.

Los hermanos de las Cinco Llagas no se permiten el burdo lujo de la amnesia colectiva cuando de honrar a sus destacados antecesores se trata. Menos todavía de aquellos que ejercieron de mentores de un estilo de vida y de una filosofía existencial dirimida entre el franqueable servicio a Nuestro Señor Jesucristo a través de la concordia cofradiera y el contagio de una ilusión sin tramas ni trampas.

Manuel Martinez Arce era –per sé, consustancialmente, connaturalmente- un líder. Pero no un líder de boquilla que anhelaba el botafumeiro del halago personalizado. Practicaba de pe a pa una virtud hoy difícilmente localizable: la que siempre antepone los intereses de la colectividad por encima o por debajo de los caprichos personales, unilaterales o colaterales. Pensaba en la Hermandad al margen de él y no pensaba en él al margen de la Hermandad.

Este ciclo de conferencias –que ya suman varias ediciones de prestigiosos ponentes en su haber- contribuye a la finalidad de la vigencia biográfica de don Manuel. … Un propósito que se ve fortalecido con el respaldo y la aquiescencia de la Escuela de Hostelería y la librería Hojas de Bohemia, entidades de continuo prestas y dispuestas al florecimiento cultural de la ciudad. Tanto mejor y bendita sea la pureza de sus bienhadadas intenciones.

Hoy ocupa la tribuna de oradores un apóstol del Señor. Un amante de la Palabra de Cristo. Un eximio discípulo de la fraternidad en claves de concreciones, sonrisa, afecto, alegría del ser, testigo del prójimo. Un practicante del Evangelio en la cercanía de la coparticipación de sus semejantes.

El reverendo padre José Manuel Guzmán Rodríguez nos obsequiará en breve con la plática y la práctica de su empatía, de su contigüidad humana, del don de su poderosa dicción.

No será factible reseñar a vuela pluma el caudal de sus innúmeros méritos como anterior párroco de la parroquia de San Isidro Labrador de Jédula o sus éxitos pastorales como Delegado diocesano de Turismo, Peregrinaciones y Santuarios Marianos o Miembro del Tribunal Diocesano. Nuestro protagonista, Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad Gregoriana de Roma y actual párroco de Santa Ana… nos hablará –aquí y ahora- de María, de sus dogmas y de su infinita grandeza.

Apuesto doble contra sencillo a que disfrutaréis con el empaque de su verbo, con la amenidad de su docencia, con la praxis de su semántica, con el recetario de sus enseñanzas marianas.

También su predicamento ensalzará la herencia depositada en nuestras manos –in illo tempore- por el magisterio cofrade, por la envergadura moral y por el testamento siempre jubiloso de don Manuel Martínez Arce. Aquel cofrade que no hizo de su capa ningún sayo de protagonismo. Pero sí de su túnica el tallo de su más edificante y tonificante inmortalidad.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL