Discurso de presentación a Javier Lucena en el ciclo de conferencias Memorial Manuel Martínez Arce

Continuamos –erre que erre- con el tributo público dedicado a la mítica figura de don Manuel Martínez Arce: periodista de pluma a la cervantina cortada y cofrade avalado por las patentes de corso de su fecundo legado a favor de la gloria y renombre de nuestra Semana Santa. Proseguimos, pues, con el despliegue del pergamino que solicita la venia de un homenaje sin fecha de caducidad. Y lo hacemos con aquella eclosión de analogías naturales que los filósofos socráticos denominaban como “fenómeno de convergencia”.

Pues sí, señoras y señores: sabed vuestras mercedes que aquí y ahora se produce un fenómeno de convergencia, una consumación de la causalidad, una puntera conjunción de convivencias históricas que en absoluto deriva de ninguna clase de coincidencias. Otra vez los vasos comunicantes de la linealidad del espíritu se funden y no confunden en un espacio impreciso del tiempo.

Corrían los años treinta cuando don Manuel Martínez Arce hizo oficial –mediante su rúbrica estampada en la correspondiente solicitud de ingreso- el viejo anhelado de incorporarse con todas las de la ley a la corporación clásica del barrio de la Albarizuela. Martínez Arce creció cofradieramente acunándose en las lides y en las lindes de aquella cofradía que –a ojos vista- derrochara el donaire torero de una media verónica a los interrogantes esbozados en el aire por las volutas de sus irrepetibles candelabros de cola.

Antes, durante e incluso después de fundar o refundar la suya de las Cinco Llagas, don Manuel trasegó, trabajó denodadamente y se dejó la piel de católico excelso en los pagos de la calle Arcos. Allí sumaría toda una cadeneta de heroicidades junto a los Mariano Cross, Manolo Piñero, Paco Coro, Luis Galván, José Luis Larraondo, Manuel Liaño y… Y al padre de quien hoy ocupa nuestra tribuna de oradores: aquel santo varón de recortada figura y bigotito de ribetes de la posguerra que supo conservar hasta el final de los días.

Me refiero, naturalmente, a Paco Lucena. Un jerezano castizo que convirtió su condición de padre en la mejor bandera que enarbolar pudiera el así autodefinido cofrade por la gracia de Dios. Paco Lucena, al igual que don Manuel, transmitió con ilusión inmarchitable el sentimiento cofrade a su descendencia y he aquí –junto a mí y frente a todos vosotros- la muestra palpable de aquella divisa personalizada.

Javier Lucena –nuestro ponente- ha recogido por partida doble la encomienda de su amantísimo padre: porque ejerció desde antaño –y lo sigue asumiendo hogaño- su calidad de hermano mayor de la familia Lucena Ortega (tan integrada de cofrades destacadísimos como Orlando o Jesús) e igualmente ha patentizado, refrendado y revalidado el amor por la túnica blanquinegra de la capilla de los Desamparados según su actual condición de Hermano Mayor –con letras mayúsculas- de la misma.

Me ahorraré –por inacabable- los fluentes y confluentes méritos de su currículo vite. Es Médico de Familia con vocación profesional difícilmente parangonable: porque se siente doctor de la medicina que a sus semejantes sana con natural empatía y porque también se sabe hombre de familia en sus titulaciones –cum laudem- de esposo ejemplar y de padrazo donde los haya.

Javier Lucena es dueño de un verbo florido, de un dicharachero flujo comunicativo, de una palabra desprovista de hipérboles y de una sonrisa que se expresa desde la soberanía de la afabilidad, la amabilidad y la seguridad. Seguridad en sí mismo, seguridad en el afecto que imanta hacia los demás y seguridad en la Fe que suele percibir a través del anonimato de un antifaz negro cuando los balcones de la memoria anuncian la llegada del gozo de cada tarde noche del Domingo de Ramos.

Entonces, y sólo entonces, Manuel Martínez Arce, Paco Lucena y la escritura de los memoriales del incienso y la corneta se dan la mano por los siglos de los siglos bajo la mirada maternal de una Virgen que, por irremediablemente hermosa, prosigue repartiendo bendiciones como Reina de los Cielos, Estrella de la Mañana y Paz del Mundo.

Muchas gracias.

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