La granazón de su sonrisa

Fue durante la mañana de cualquier día inesperado –todos los son si (de improviso) recogemos el signo de la sorpresa- cuando recibió el periodista y sacerdote José Luis Martín Descalzo la carta de una amiga irreemplazable. En uno de sus párrafos esta señora escribía lo siguiente: “Yo tengo encima de mi mesa una pequeña planta de la brotan también hojitas pequeñas como signo de esperanza. Y son nuevas, recién estrenadas, sin las manchas o el deterioro que el tiempo causó a la que ya son adultas… Son tan bonitas como un niño recién nacido, como una esperanza de resurrección”.

Traigo a colación el símbolo del estreno, el esternón de la novedad, la férula de lo novedoso a propósito de la toma de posesión del novísimo obispo de Jerez don José Mazuelos. Un cambio siempre origina la sinergia del impulso. La orientación del kilómetro cero. Los aguijones de las expectativas. La primavera de la conmutación. A mayor abundamiento cuando el pastoreo del pueblo fiel depende directamente de un ejemplo gráfico, de una prédica recíproca, de una virtud desprovista de virtualidades.

José Mazuelos entra por la granazón de su sonrisa. Por la cercanía de su nobleza física. Por el contagio de su campechanía. Ya de principio ha ganado adeptos en las distancias cortas. La jurisprudencia del prelado no precisa de la metamorfosis de quien empuña el báculo revelador y relevador. Porque la modernidad exige el natural temperamento –sin barroquismos del carácter- de nuestro referente eclesial. A bote pronto don José Mazuelos, así como sus antecesores en el obispado asidonense, se muestra tal cual es: evita las chanzas de escaparates impostados, la hojarasca de rebordes falsarios, la rigidez del protocolo.

Buena Nueva para la ciudad. Y miel sobre hojuelas de una sucesión de mitra con sienes de inteligencia. La diócesis de Jerez no ha recibido el desarrollo de la espiral histórica: su linealidad dignifica su continuidad. O, lo que viene a cristalizar semejante tendencia, el continuismo de tres etapas en una.

Don Rafael, don Juan y don José son tres hermanos de una misma Fe. El laicismo dominante continúa minusvalorando a machamartillo la misión evangelizadora de la Iglesia. Los católicos españoles defendemos el marchamo de nuestra diferencia. Con la llegada del nuevo obispo también se renueva el talante unificador de los hijos de Dios. Aunque nos achaquen de solitarios, de minoritarios, de panfletarios. Yo, como reza un verso iluminado del poeta Álvaro Quintero, “amo esta singular desolación de lo evidente”.

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