La Academia de San Dionisio y el Ateneo de Jerez celebran elecciones

Pese a mi carácter netamente democrático, pese a defender a las bravas la igualdad de condiciones para todo hijo de vecino, pese a considerar el taxativo respeto estatutario como única vía organizativa de eficaz equidad social, me provoca cierta insubordinada inquietud la llamada a las urnas de parte de instituciones no estrictamente políticas. La fiesta de la democracia radica en la participación masiva de cualquier convocatoria electoral. Aquello que de principio supone un grito de libertad a veces se torna sublimación del enfrentamiento interno. Acudamos, de lo contrario, a la reverberación de la antítesis del concepto de servicio (altruista y generoso) activado bajo las hordas y bajo las hormas de las elecciones celebradas -¡y hasta concelebradas!- en según qué peñas, hermandades, asociaciones y entidades de diferente naturaleza. No siempre se cuecen idénticas habas e idénticas hablas en tal o cual ámbito. Seamos contundentes en nuestros planteamientos: la realidad presente y la realidad presencial de una determinada institución es directamente proporcional al grupo humano que la formó, la forma y –potencialmente- la formará a corto plazo. Elecciones –fundamentalmente si hablamos de dos o más candidaturas al respecto- es sinónimo de marejadillas en el Estrecho de las relaciones humanas. Las entidades culturales son punto y aparte. Estando –como de hecho están- integradas por la madurez intelectual de personas de sobras formadas, coherentes y exigentes con la progresía de su corporación… no cabe entonces el subterfugio, el contubernio ni la zancadilla. Suelen dar ejemplo inclusive hasta en la renovación de sus mandatarios. Precisamente toca elecciones en dos colectivos de categoría y solemnidad: la Academia de San Dionisio y el Ateneo de Jerez. Este último ya celebró el pasado jueves asamblea general de socios. El resultado escrutado no varió un ápice de las previsiones planteadas: renovación al canto de su actual presidente José Rodríguez López y estreno para la vicepresidencia del activísimo Juan Martín Pruaño (recuerden: durante años ejemplar presidente del Club Nazareth). Pepe Rodríguez ha sabido manejar con mano diestra el timón de una nave que ya alcanza su primer trienio de oficial andadura. Por convicción personal (¿y acaso personalista?) estoy muy ligado a la avanzadilla del Ateneo de Jerez quizá porque sus dirigentes enseguida me abrieron los brazos de la más cimera hospitalidad. Suman siempre y restan nunca. Con denodado –y no denigrado- esfuerzo, eso sí, porque nadie regaló medio céntimo al quehacer cotidiano de sus por veces crecientes proyectos. Enhorabuena a Pepe, Simancas, Martín Pruaño, Dorantes, etcétera. ¿Para cuándo otro peregrinaje por los senderos de la amistad al estilo del penúltimo a Jimena de la Frontera? Por cierto, y a modo de coda: pasado mañana martes la Academia de San Dionisio asimismo celebra elecciones a presidente. Un dato inédito: concurren dos candidatos como sustitutos de Francisco Fernández García-Figueras (quien culmina así una fecunda trayectoria al frente de la docta casa jerezana). Ambos presidenciables ocupan cargos en la actual Junta de Gobierno. Omito sus nombres porque así lo he convenido conmigo mismo. No obstante constato un primer deseo que me oferta el mago de la lámpara maravillosa de esta comunicación cibernética: ¡Suerte para sendos académicos, para sendas tendencias y para sendos planteamientos!

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