Las paredes de la noche

Estimados oyentes de la Cadena COPE de toda la provincia de Cádiz: Conozco a un octogenario con alma de chavea inquieto. Conozco a un hombre entrado en años que se sabe rebelde con causa. Conozco a un infractor de la mediocridad ambiente que escribe como los ángeles. Responde al nombre de Pepe Caballero Bonald. Anda con paso firme por los terraplenes indecisos del Planeta Tierra. Magnetiza a golpe de rima. Sobre todo cuando teclea al costadillo de las vaivenes de la actualidad circundante.

Con su semántica ha enmudecido a los dogmáticos de la falta de libertades. Últimamente anda instalado en la proa de su inconformismo: de modo que aúpa con vítores de metáforas una poética limpia y vivaz como el meteoro de su propia existencia. Acaba de presentar su último poemario: La noche no tiene paredes. Y es libro que yo, desde las antenas de la COPE, recomiendo fervientemente a todos los oyentes ahora apresados por las garras, por las mallas y por el marasmo de estas calores que nos ponen en la picota de un trajín de sudores todavía amenazantes.

Desde el velador, desde la terraza indómita, desde el mesón vigía de este Café de París os sugiero, de entrada e incluso de entradilla de este fin de semana, la espuma de plata de los versos de Pepe Caballero Bonald. Asegura el poeta que acaba de ahuyentar no pocos miedos con la publicación de esta obra siempre redentora. La poesía sirve para afrontar, para combatir y hasta para reconvertir las infamias y las contraofensivas de la vida corriente y moliente.

No sólo para subrayar un puñado de certezas sino asimismo para potenciar un conjunto de verdades. Pepe Caballero Bonald no se pregunta de qué color eran las medias de Madame Bovary. Ni glosa el surrealismo burgués de Magritte. Ni inventa el caligrama frente al soneto ni poetiza con dibujos.

Las paredes de la noche es una irrealidad que salva al escritor de sus filias y sus fobias. Por esta loable razón no lirifica la Santa Bohemia. Acaso desbroza el otro yo que arremete contra sí mismo. Dos días por delante, queridos oyentes, para arribar –que no derribar- la sinfonía mimética de una poesía que deambula entre la escritura heterodoxa y la sintaxis maldita.

Y como, en efecto, la noche no tiene paredes, no las pongamos nosotros en el asueto que nos dediquemos mañana sábado o pasado domingo. Y más que enrolarme en las recomendaciones de los estrenos cinematográficas, operemos mejor por descarte. Verbigracia: no apuesten doble contra sencillo a favor de la película concebida por obra y gracia de la memoria de Coco Chanel. Se llevarán un chasco, una decepción, un patinazo de las expectativas.

La película no retrata ni de lejos ni de cerca el auténtico origen vocacional de esta mujer que transformó el mundo de la moda en un antes y un después de su ingente aportación creativa. El cine es precisión y preciosismo o no es absolutamente nada. Y el filme que nos ocupa peca por defecto en la concreción del espíritu vital de la célebre modista francesa.

Durante el primer visionado de la película he echado en falta, por ejemplo, la pertinaz pasión de Coco Chanel por la soledad. Su impenitente adscripción a la independencia. Las notas distintivas de su estilo. El corte de sus diseños. El porqué de tan reconocida estética. La profundidad psicológica que la avalaba como una (acaso) inconsciente mentora de las vanguardias.

Yo me inclinaría por No-Do. Una cinta que condensa en el título toda una carga de remembranzas hispanas de la posguerra. Pero si aliñamos el argumento con los estruendos del cine de terror la fórmula nos reportará presumibles guiños de conmoción y silenciosa revuelta. Combinen esta invitación con los largos y templados paseos por las playas de nuestra Bahía. No existe mejor lenitivo para estas jornadas de solano. Recuerden el tónico refrescante de la sabiduría que encierra un buen libro. Y la balsámica evasión que –por lo común- anida en los laberintos secretos de las salas oscuras de los multicines.

No deis pábulo al estrés, ni a los falsos prejuicios, ni a los comentarios de lenguas de vecindonas. El fin de semana renace para su catarsis. Letras, cine, familia, amistad y amor, mucho amor. Y si falla este brebaje, la semana que viene me lo achacáis con testigos directos. Hasta entonces, sed felices.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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