Volantazo temático

El verano esparce –cercenándola de raíz- toda sensación, toda percepción y toda alucinación de prisas, prontitudes y turbadoras diligencias. El ritmo –electrizante, contagiante, poligráfico durante el resto del año- mengua ahora a favor de la serenidad. A favor de las crianzas de la contemplación. A favor de la intemperie dorada de los tiempos muertos. Paréntesis de cantos de pájaros que no necesariamente han de remitirnos a la poética de Juan Ramón. La calma se apodera de nosotros como indigencias de un embrujo benigno. Junio me susurra su facundia de noches libres y sus menudeos con resonancias de cielos abiertos. Un frescor de azúcar y estrella, de sandalias y miradas entrecruzadas, nos acaricia la dermis de los recuerdos. Este fin de semana he hallado espacio para la lectura. No me sacudí las cuentas pendientes con mis habituales libros de cabecera. Volantazo temático. Metí la punta de la nariz –como un oledor hambriento de análisis fílmico- en las cazuelas de las alimenticias revistas cinematográficas. Las revistas de cine son como el pan candeal de los estómagos de hierro. A mí me encandilan estas publicaciones analíticas, fogosas de dato, prístinas de imagen, sensoriales de escenificación escrita. Por citar una única marca, he de confesar que colecciono la revista Fotogramas desde el alba de mi no siempre aguda memoria. Al margen de otras peripecias de mayor calado y menor descripción pública, el cine literario ha despertado de su letargo ayer sábado y hoy domingo. Aparco la jarana para ocasión más propiciatoria. Recurro a la gigantesca atracción de la televisión/plasma. Me ha interesado muchísimo la interpretación de Marisol en la serie de televisión de los primeros ochenta Proceso a Mariana Pineda. Compré la versión para coleccionistas a precio de ganga. La crisis también ofrece sus ofertas de medio filo, de media filia. Basta con echar una ojeada a los claroscuros de las bicocas potenciales. Proceso a Mariana Pineda –dos DVD y la correspondiente gama de extras- cristaliza la verbalidad del refranero: Quien busca, halla. Una videoteca doméstica que alinee en la horizontalidad de sus estantes, en la línea divisoria de sus repisas, las históricas series de la no menos histórica televisión española entraña algo así como el apresamiento –en formato digitalizado- de las secuencias invariables e inviolables de nuestra tierna infancia. La barraca, Cañas y barro, Los gozos y las sombras, Fortunata y Jacinta… Todos los títulos –o casi- han sido reeditados a propósito de recientes efemérides de la Primera. Yo sumo y sigo. Están –créanme- al alcance de cualquier bolsillo. Cuando acudan a supermercados, grandes superficies, naves especializadas… estén al hilo, estén atentos, estén pendientes. No circulen –como aborregada multitud teledirigida por las endebles operaciones de marketing de venta- a tontas y a ciegas detrás de los cartelones de precios que a primera vista nos engatusen. Busquen la bandeja de las pepitas de oro en la isla sin arena del súper. Hay un momento para cada acomodamiento. Piscina, salida nocturna, café de media tarde, charloteo y curioseo, infinidad e intimidad, fútbol, caracoles, escapada, e-mail, idioma, frases hechas, inercias. Risas, por descontado. Glosas de Umbral: la achicada cara de Lucía Bosé, la insurrecta inquietud de Ana Belén, las manitas, los gatos pardos, la forja del idioma. Y Pepa Flores dramatizando un papel cenital. Mariana Pineda. Maduración interpretativa de una mujer/transición. Actriz. Artista. Autora.

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