Expresión intrínseca del alma

Cambiar de ordenador implica la remodelación de la pista de baile de un teclado que forma parte de tus ejercicios diarios. Una gimnasia literaria que los prosistas de la posguerra denominaban como “hacer dedos”. Que un servidor estrene ordenador portátil no quiere decir que renueve el estilo. Al menos de entrada. Porque el estilo es como el ADN de la expresión intrínseca del alma. Ahora escribo este suelto desde la redacción de La Voz de Cádiz. Existe una calma –no chicha- en derredor. Familiaridad, compañerismo, serenidad. Tres predisposiciones que bien benefician la edición de un periódico. Entrego este Fujitsu Siemens a los técnicos informáticos. De la tienda a la sala de operaciones de la incorporación de maqueteros, tipos de letras, fuentes, etcétera. Ni siquiera ha disfrutado del tiempo de la primera lactancia. Si supiera la catarata del alfabeto que le viene encima… Me acerco a la cristalera que abarca toda la anchura de la redacción. Observo, en lontananza, la playa. Cádiz es una tertulia -unánime y crujiente- cervecita en mano. El turismo no distorsiona el pulso vital de esta ciudad trimilenaria. Saludo a Lalia, Antonio González, Ángel García-Mier, mis compañeras de departamento Ana e Irene –nos deseamos recíprocamente felices vacaciones-, Landi, Dani… El estómago hace sonar la marcha de cornetas y tambores de una hambruna creciente. Creo que, según me dicen, en apenas media hora estaremos almorzando junto a los gigantescos ventanales (con vistas al mar) del restaurante del gaditano Hipercor…

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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