Orfebrería de párrafo en papel prensa

Quien no lee es porque –helénico de ironías, descarado de tretas, cínico de fundamentos- no quiere. Antaño anteponíamos la artimaña del elevadísimo precio de los libros como gigantesco rubicón, como pretoriana muralla, como impenetrable tabique que separa diametralmente, sesgaba en dos y cortaba de raíz el acceso a determinadas obras. Impedimento insalvable, singularmente, para los jóvenes ávidos de estrenos editoriales, de curiosidades insatisfechas, de hallazgos cortados en seco. Pero de unos años a esta parte los libros de bolsillo, las librerías de lance y la también libresca lectura de Internet han reconvertido el montante del parnaso de las letras en vías de accesibilidad directa. Blogs aparte, óiganme, porque el fenómeno de los cuadernos de bitácora nos acerca a no pocas prosas barrocas de pluma y solemnes de traza. El soporte ya no condiciona ni garantiza la calidad de los textos. Un escritor de trapío puede soltar sus genialidades encima de la cibernética maraña de la red de redes o dentro de la ampulosa presentación de un tomo de pastas duras. La escritura, como el diablo cojuelo, sobrevuela los cielos de cualquier entorno. Ya depende de la sagacidad, la salacidad y capacidad del lector al punto de apresar la literatura de calidad de entre la espesura del tecleo sin ton ni son que abunda, como un virus correcaminos, por acá y por acullá. Hasta Hipercor propone sus stands de libros de ocasión. No pierdan pista: al precio único de 5,95 euros figuran a nuestro alcance algunos títulos francamente interesantes. No se trata de novedades, naturalmente, pero tampoco de novelerías. Ni de un suelto de ediciones de bolsillo sobrantes de tiradas mayores. Son libros relativamente recientes que además presentan un formato de calidad. Yo recomendaría los libros compiladores de artículos periodísticos de Alfonso Ussía. Orfebrería de párrafo en papel prensa que ahora, recopilados, renacen bajo la maquetación tradicional de un libro como Dios manda: con sus colores y con sus olores. Estos libros de Ussía contienen además un ingrediente cuya textura nos hermosea todas las perspectivas: las ilustraciones del gran Antonio Mingote. Valga decir: por 5,95 euros te llevas a casa, al piso, al veraneo y al escaqueo unas doscientas páginas de ingeniosa literatura periodística con denominación de origen y un puñado –ilustrado e ilustrativo- de viñetas paridas por uno de los dibujantes humorísticos mejor dotados de lucidez y creatividad del último siglo. Añado estas columnas al patio de banderas de mis lecturas pendientes. He dejado atrás unos meses frenéticos de idas y venidas, de gestiones y de trotones, de antónimos y de parónimos. Pero mucho me he cuidado de no abandonar el subversivo y balsámico lenitivo de la lectura. Es mi aspirina contra la jaqueca de la átona cotidianidad que nos asola a veces. La realidad de nuestra existencia cobra mayor verosimilitud cuando la aliñamos con la pureza de la metáfora o con unas gotitas de sabrosura lírica.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL