Una vida que no se vive para servir... no sirve para vivir

Texto que remito, en nombre de la Escuela de Hostelería de Jerez, a modo de balance del ciclo 'Jueves Solidarios'

La sociedad que observa atónitamente estos primeros años del siglo XXI… se debate, de modo irremisible e incluso irreprimible, entre la cosificación del hombre y la deshumanización de sus valores tradicionales. La frialdad de los sentimientos, el vigente imperio del egoísmo y la avaricia que lamentablemente no rompe el saco del materialismo latente nos retratan como hijos de una época de veras deshumanizada.

Los estamentos empresariales, políticos, religiosos y culturales están llamados a la conversión del concepto de fraternidad (tan minusvalorado adrede desde instancias ideológicas no precisamente unificadoras). El valor del ciudadano de hoy radica en su afán de cooperación a favor del más desfavorecido. Cualquier aportación –por mínima que fuere- contribuye a la construcción de una comunidad mejor atenida a los derechos de igualdad y justicia que toda persona precisa. Y no aludimos al abrigo exclusivamente económico. El dinero, a veces, no ejerce de poderoso actuante. Tesoros como el diálogo, la capacidad de escucha, el calor alentador de un abrazo y los fluentes y afluentes beneficios del intercambio de afectos jamás podrán adquirirse ni parangonarse con el valor efímero, insustancial, de un puñado de monedas.

El hombre –ni aún atendiendo a la máxima filosófica- jamás será un lobo para el hombre. Especialmente si abre las compuertas de su corazón a las explanadas sin limitaciones de la generosidad. Y atendiendo a esta divisa –y, por supuesto, al postulado periodístico cuya base promulga que "aquello que no se conoce, no existe"-, la Escuela de Hostelería de Jerez –en el ánimo de difundir urbi et orbe la labor callada de infinidad de asociaciones francamente humanitarias y humanizadas- puso en marcha –hace ahora la friolera de un puñadito de intensos y fecundos meses- el ciclo denominado ‘Jueves Solidarios’.

Hemos de suscribir sin temor a equivocarnos que ‘Jueves Solidarios’ poseía ya de antemano su propio código de barras, su denominación de origen, su ADN. Esta identidad la hemos palpado semana a semana en la voz, en la proyección y en la condición de todos cuantos –representativamente- han ido ocupando una tribuna de oradores que, a la par, y por gracia de la concurrencia del creciente aforo siempre presente, fue adquiriendo trazas de atril de predicadores.

Pero predicadores corrientes y molientes, de andar por casa, mas no por ello menos poderosos al punto y hora de expandir todas las conjugaciones de los verbos ayudar, respaldar, acoger, alentar, cuidar, proteger, curar, acompañar: gente del procomún ofrecidos como voluntarios incansables, como héroes en sombras, como seres de cercanías, como mentores de la caridad, como titanes de las causas perdidas -¿de las causas perdidas?-.

‘Jueves Solidarios’ ha servido de plataforma, de mensaje arrojadizo hacia las conciencias más adormiladas. Reordenando el método, la dinámica y la citación. La Escuela de Hostelería sólo ha tomado la iniciativa del encuentro, la impronta de la convocatoria, la adecuación técnica de la información. Pero el legítimo protagonismo corresponde, sin duda ninguna, a quienes formáis la nutridísima corporación de servidores de todas y cada una de las instituciones solidarias que, incansablemente, denodadamente, infatigablemente, aportáis lo posible y lo imposible en pro de los necesitados, de los enfermos, de quienes urgen de protección institucional.

Un millón de gracias a todos. Porque vuestro ejemplo crece a diario como se expande la gota de aceite sobre el papel de nuestra admiración. Porque representáis una alternativa ante tanta invitación al individualismo. Porque lleváis impresa en la piel –como una calcomanía de sonrisa y esperanza- las solicitudes del esfuerzo tenaz, de la lucha constante, de la magnanimidad a raudales.

La Escuela de Hostelería os participa nuestra satisfacción. Hemos aprendido y aprehendido los sintagmas de la generosidad sin miramientos. Por contagio, por inoculación, por transmisión directa o indirecta. Por reflejarnos en vuestro propio espejo. Cada jueves, un testimonio de amor, un derroche de heroicidad, un halo de libertad, de hermandad, de cariño entre semejantes. Jerez ha captado, ha recogido, ha experimentado la grandeza de vuestra admirable ejecutoria.

La próxima temporada proseguiremos tallando la madera caritativa de otras tantas asociaciones. Todos formamos, desde la redacción de este discurso, la gran familia de los ‘Jueves Solidarios’. Una estirpe cuya sangre nos hermana en la búsqueda del camino, la verdad y la vida. ¿Qué no conozca tu mano derecha cuanto haga la izquierda? Pongamos en solfa la validez de semejante recomendación según la pusilanimidad y el indiferentismo que nos asola. Debemos publicitar las acciones comunitarias de los bien nacidos. ‘Jueves Solidarios’ ha demostrado que una vida que no se vive para servir… no sirve para vivir.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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