12 agosto-15 septiembre = vacaciones

Más de un mes para viajar –la semana próxima, Deo volente, estaré pisando el césped del Estadio Santiago Bernabéu y codeándome de tú a tú con las figuras del Museo de Cera de Madrid y tomándome un café a mis anchas frente a los espejos del Café Gijón-, para leer (ya han caído tres libros en un amén), para disfrutar de la reconfortante gastronomía mediterránea, para hacer absolutamente nada y para no dejar de moverme de acá para acullá. No consignaré al dedillo mis vacaciones en este blog. No por despropósito literario ni por consternación pudorosa. Sino porque un blog tampoco debe aproximarse al cien por cien a las hechuras de un diario íntimo. En el peor de los casos a la soflama de un diario inconfeso. Y en ésas andamos. El blog suelta pinceladas caprichosa y aleatoriamente. A veces se reserva para sí la más granada anécdota personal. En ocasiones redacta –en palotes de negros sobre blanco- una paparrucha intrascendente. Es lo que tiene: ambigüedad, arbitrariedad y ciertos pespuntes de anarquía. La escritura brota en libertad y, a menudo, en libertinaje. Porque recrea festivamente la diéresis inmaculada de la ficción con cuñas de realidad o la realidad con briznas de ficción. ¿Quién sabe qué? Es posible que mi pluma descienda a diario a las bajuras de las entradas de este blog. A la planicie de su formato. El veneno del teclado es una música necesaria en mi fuero interno. Para escucharme o para comprenderme. Según las noches y los días. Ya nos encontraremos, clarísimo lector, de tarde en tarde. Y como suele ser avispada costumbre en un servidor… no me despido a la francesa sin antes recomendaros un producto tendentemente ilustrativo. En la presente ocasión un libro apasionante y revelador: la biografía de Emilio Romero –aquel gallo del franquismo, aquel periodista todoterreno, aquel dramaturgo de su propia existencia- escrita y descrita con pulcritud de aseveraciones y de declaraciones por Amilibia. Me ha enganchado desde las triquiñuelas políticas de cuando entonces a la libidinosa luz roja de la séptima planta del mítico periódico Pueblo gobernado implacable e impecablemente por el Director. A secas y con mayúsculas. O sea don Emilio.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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