A propósito de una rubia sanluqueña nacida en Alemania: la pintora Uta Geub

Publicado en ABC, La Voz de Cádiz y La Voz de Jerez

No es cuestión de gastar hosannas, botafumeiros, adulaciones gratuitas o lisonjas de alpaca derretida. Se trata, llanamente, de nombrar a las cosas por su correspondiente nombre. Sobre todo cuando -para meter en cintura la pulcritud de los datos- dicho nombre suele salir, aflorar, saltar a la palestra, al papel prensa, al parnaso artístico, a las Cumbres de Gredos de la cima o de la sima -según casos- de la fama , a los presentes de indicativo de la actualidad más observadora, acompañado de dos apellidos. Pues eso: mayormente cuando el nombre suele acompañarse de sus humanizados apellidos estamos obligados a designar los titulares de los hechos verídicos. Sin motines injustos ni malévolas elucubraciones. Sin hundir el alfiler de la injusticia en el pajar de la disidencia, la indiferencia o la indolencia. Siempre apostamos a ciegas por la calidad pictórica de Uta Geub. Si a bote pronto y sin encomendarnos ni a Dios ni al diablo consignamos que Uta es una pintora alemana, posiblemente equivocaríamos por inexactitud al lector. Al menos por inexactitud sentimental. Por razones de cuna adquirida. Porque Uta vio la luz en suelo alemán, eso sí, pero nacer, nacer, lo que se dice nacer, lo hizo -a los cuatro vientos de su entrega interior, de su hemeroteca emocional, de su decisión razonada, de su solvencia voluntariosa- en las entrañas de Sanlúcar de Barrameda. A los veintitantos o acabando de rebasar la treintena. Desde entonces permanecimos a la escucha. A los rumores impactantes del mensaje de fondo de sus cuadros.

Expuso en diferentes salas de la provincia de Cádiz con ahínco y convicción. Deletreó parcialmente las consignas de un lenguaje expeditivo. Su fonética gravitaba más arraigadamente en la mirada. Pero la pasión por el arte se le desparramaba en cada frase entonces construida a trancas y barrancas (hoy maneja el castellano con soltura incluso de gongorismos). Para mí que en determinado enclave -Jerez, por ejemplo- no sentó plaza como debiera. Pese a su dorada juventud, a su albina mocedad, a su simpatía de chistes ingeniosos, a su humor inteligente, a su contrastada calidad pictórica, a su ortodoxia estilística, Uta no ha encontrado en este breve pero intenso tiempo el recodo, el ángulo, la perspectiva de consideración que el pincel de su genialidad merece. Entre las dignísimas personalidades que en Sanlúcar copean despaciosamente encontramos a la pintora alemana/sanluqueña Uta. Blanca y rubia, como un destello de luminosidad inmaculista, nos pone al tanto de sus penúltimas producciones. Uta domina como nadie su propia firma. Es decir: la denominación de origen de sus cuadros no permite falsificación -ni apóstoles ni discípulos imitadores- porque el estilo -tan personal e intransferible- nace continua y únicamente del reverbero de sus manos. Pues eso: un cuadro de Uta posee el sello de la singularidad a primer golpe de vista. Desde que conocí su obra, hará apenas cuatro años, olfateé la granadina, la reverberación, el mentolado de un olor diferente.

Camino José Cela, el orondo Nobel con garras de oso y caligrafía de pendolista, dejó sentenciado que cuando en un lugar huele mucho a una misma sustancia, no es conveniente destacar oliendo más intensamente a eso mismo: sencillamente hay que oler a otra cosa. Probablemente don Camilo, inadvertidamente, estaba definiendo -de matute y sin sofoquinas- la graduación de aquello que dimos en llamar estilo.

Uta tiene estilo. Uta es el estilo. Sus lienzos se ramifican por las paredes de nuestro Sur -de nuestro Sur del Sur- como unas ramas arborescentes de sí misma. Luminosa, correcta, llamativa, dúctil. Un boom de trazos coloristas, un flash de centelleo refulgente, descollante. Yo la recomiendo -con metodológica franqueza- como autora de carteles de interés turístico nacional. Su especialidad son los caballos, los cabellos, los bellos. Su temática, la verdad y la beldad. Y como muestra el penúltimo botón del aserto y del acierto institucional: de Sanlúcar a Sevilla pasando -al paso alegre de la paz- por Jerez. Veamos…

Veamos y leamos: La delegación de Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla ha designado a la pintora alemana Uta Rut Geub como autora del cartel de Fiestas de la Primavera en 2009. Ahí es nada. ¡Pues anda que no es plaza exigente la sevillana para estos menesteres de la cartelería! Y, sin embargo, avanza Uta por sus alfombras de seises y tradiciones inmateriales contando en el beneplácito de la práctica totalidad.

El esbozo curricular no deja puntos suspensivos a la dubitación: Con estudios en Bellas Artes y Diseño en Alemania, ha expuesto en importantes galerías y salas del país germano, Estados Unidos, Suiza y España. Nacida en Freiburg, Alemania, se inicia en el mundo de la pintura desde muy pequeña. Estudia Bellas Artes y Diseño en su país, que completa con prácticas de técnicas de pintura durante cuatro años. En 1992 comienza sus prácticas de pintura en varios países como Italia, Suiza, Holanda, Estados Unidos, Francia y España, experiencia que realiza durante siete años. Desde 2002 cuenta con un estudio en la provincia de Cádiz.

El gabinete de prensa del Ayuntamiento de Sevilla corrobora cuanto aquí exponemos: "Su pintura se caracteriza por el colorido, que recuerda a las composiciones del Pop Art, con líneas muy visibles y tonos matizados. Muchos de sus lienzos están creados con un sólo trazo, realizado sin levantar el lápiz. También predomina en sus cuadros el carácter cubista. Su estilo podría definirse como Cubismo Pop. Ha elegido Sanlúcar de Barrameda como patria de adopción. Por ello, en sus obras se puede observar una simbiosis del racionalismo alemán con la espontaneidad de lo andaluz". José de Diego aseguró que quien busca la belleza en la verdad es un pensador, quien busca la verdad en la belleza es un artista. Uta es una artista que piensa.

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