Existen decisiones ajenas que enseguida hacemos nuestras por razones de advenimiento/asentimiento. Hoy el Consejo Local de la Unión de Hermandades ha proclamado una providencia unísona: la imagen del Señor de las Tres Caídas presidirá el acto del Vía-Crucis de las Hermandades. Esta cita con la devoción multitudinaria acontecerá –según marca el minutero de la tradición- el primer lunes de Cuaresma. Categoría por doquier y magnificencia a mansalva. Me viene a las mientes, instantáneamente, el marchamo periodístico acuñado por Manolo Liaño: el Señor del mujerío. También, cómo no, los arbitrios de la memoria de nuevo rescatada: mi abuelo materno posando ante Ramón Chaveli mientras hacía las veces de modelo de manos y pies para la inminente talla de un Jesús caído a la sazón encargado al barbudo escultor valenciano por los cofrades de la Hermandad de los Dolores. Mi abuelo Diego, de sonrisa pegadiza, corpulento, hombre de Fe. Corrían por las venas del Jerez de la posguerra los primeros años cuarenta. Igualmente se abre ante mí –como los mares del acceso a la Tierra Prometida- toda una catarata de insistencias secretas que susurran melodías de plegarias con nombres anónimos. Cada lunes por la collación de San Lucas. Y rememoro a Giménez –aquel Hermano Mayor de apellido escrito con ge-, Abollo, Gutiérrez, Casas… Hermanos de la gloria de un cielo aterciopelado de túnicas negras y Miércoles Santos de silente racheado. Todo volverá a suceder el próximo primer lunes de Cuaresma. Nuestro ferviente y esciente agradecimiento al Consejo. Y a la Hermandad organizadora. No corren buenos tiempos para la lírica. Menos todavía para los trasvases de la genuina grandeza de la creencia cristiana. Una convocatoria de semejantes características coadyuvará al recobro y a la reivindicación de antiguas esencias nunca marchitadas.
Una providencia unísona
Existen decisiones ajenas que enseguida hacemos nuestras por razones de advenimiento/asentimiento. Hoy el Consejo Local de la Unión de Hermandades ha proclamado una providencia unísona: la imagen del Señor de las Tres Caídas presidirá el acto del Vía-Crucis de las Hermandades. Esta cita con la devoción multitudinaria acontecerá –según marca el minutero de la tradición- el primer lunes de Cuaresma. Categoría por doquier y magnificencia a mansalva. Me viene a las mientes, instantáneamente, el marchamo periodístico acuñado por Manolo Liaño: el Señor del mujerío. También, cómo no, los arbitrios de la memoria de nuevo rescatada: mi abuelo materno posando ante Ramón Chaveli mientras hacía las veces de modelo de manos y pies para la inminente talla de un Jesús caído a la sazón encargado al barbudo escultor valenciano por los cofrades de la Hermandad de los Dolores. Mi abuelo Diego, de sonrisa pegadiza, corpulento, hombre de Fe. Corrían por las venas del Jerez de la posguerra los primeros años cuarenta. Igualmente se abre ante mí –como los mares del acceso a la Tierra Prometida- toda una catarata de insistencias secretas que susurran melodías de plegarias con nombres anónimos. Cada lunes por la collación de San Lucas. Y rememoro a Giménez –aquel Hermano Mayor de apellido escrito con ge-, Abollo, Gutiérrez, Casas… Hermanos de la gloria de un cielo aterciopelado de túnicas negras y Miércoles Santos de silente racheado. Todo volverá a suceder el próximo primer lunes de Cuaresma. Nuestro ferviente y esciente agradecimiento al Consejo. Y a la Hermandad organizadora. No corren buenos tiempos para la lírica. Menos todavía para los trasvases de la genuina grandeza de la creencia cristiana. Una convocatoria de semejantes características coadyuvará al recobro y a la reivindicación de antiguas esencias nunca marchitadas.
Existen decisiones ajenas que enseguida hacemos nuestras por razones de advenimiento/asentimiento. Hoy el Consejo Local de la Unión de Hermandades ha proclamado una providencia unísona: la imagen del Señor de las Tres Caídas presidirá el acto del Vía-Crucis de las Hermandades. Esta cita con la devoción multitudinaria acontecerá –según marca el minutero de la tradición- el primer lunes de Cuaresma. Categoría por doquier y magnificencia a mansalva. Me viene a las mientes, instantáneamente, el marchamo periodístico acuñado por Manolo Liaño: el Señor del mujerío. También, cómo no, los arbitrios de la memoria de nuevo rescatada: mi abuelo materno posando ante Ramón Chaveli mientras hacía las veces de modelo de manos y pies para la inminente talla de un Jesús caído a la sazón encargado al barbudo escultor valenciano por los cofrades de la Hermandad de los Dolores. Mi abuelo Diego, de sonrisa pegadiza, corpulento, hombre de Fe. Corrían por las venas del Jerez de la posguerra los primeros años cuarenta. Igualmente se abre ante mí –como los mares del acceso a la Tierra Prometida- toda una catarata de insistencias secretas que susurran melodías de plegarias con nombres anónimos. Cada lunes por la collación de San Lucas. Y rememoro a Giménez –aquel Hermano Mayor de apellido escrito con ge-, Abollo, Gutiérrez, Casas… Hermanos de la gloria de un cielo aterciopelado de túnicas negras y Miércoles Santos de silente racheado. Todo volverá a suceder el próximo primer lunes de Cuaresma. Nuestro ferviente y esciente agradecimiento al Consejo. Y a la Hermandad organizadora. No corren buenos tiempos para la lírica. Menos todavía para los trasvases de la genuina grandeza de la creencia cristiana. Una convocatoria de semejantes características coadyuvará al recobro y a la reivindicación de antiguas esencias nunca marchitadas.