El periodismo de Vigorra no avillana el estilo

Discurso de introito previo a la ponencia del conocido periodista en Jerez

Aquí y ahora –a tiempo presente, in situ e ipso facto- se cumple a rajatabla, a machamartillo, a ultranza y sin ninguna clase de injerencia o de ambiguo intrusismo… se cumple, sí, y se talla a fuego de ley con la gubia siempre sabia de la bonanza, el epígrafe que da título, corolario, cabecera, coda y epígrafe al ciclo del Aula de Periodismo coorganizado al alimón, al unísono y al arrullo del más práctico y pragmático servicio social por el Grupo Romero Caballero –que me honro representar- y por la Asociación de la Prensa de Jerez –a mi costadillo personificada por la antes mencionada periodista de pro María José Pacheco-.

Decía que hoy se materializa -sin tapaduras dialécticas y sin tapaderas sintácticas- la denominación de origen del código de barras del Aula que hoy nos acoge. Me refiero, naturalmente, al descriptible y descriptivo enunciado de… ‘Diálogos en libertad’. Porque, si entramos en harina por la vía del complemento directo, cabría preguntarse antes que después: ¿Acaso el escritor y periodista que hoy nos acompaña no representa en sí mismo, en su currículo profesional y en las venas de su sangre de héroe de multitudes el merecidísimo calificativo de dialogador, conculcador e inoculador de libertades?

¿No representa Jesús Vigorra la antonomasia, el paradigma y la constante vital de la libertad que a veces se nos escapa –como agua de entre las manos- a los andaluces no siempre facultados de los mecanismos necesarios para ejercer nuestra mera naturaleza constitucional de hombres de hechos y de derechos? ¿No ejerce Vigorra el periodismo a contracorriente del buenismo campante, del relativismo marchante, del pasotismo circundante, para así dotar a la profesión de la dignidad, la magnanimidad y la generosidad que implícitamente la ética periodística contiene y conlleva como llave de paso, como puente levadizo, como vaso comunicante entre los gerifaltes de los gobiernos, los no pocos ejercientes de la sopa boba de las administraciones y los inactivos tentempiés de la burocracia a veces abstrusa y aquellos otros que, teniéndola, son considerados los sin voz: es decir: el pueblo llano, la gente del procomún, las personas corrientes y molientes, los viandantes a menudo impotentes de contestaciones, reivindicaciones y legítimas pretensiones?

Don Ramón María del Valle Inclán, con su deje de bohemio cariacontecido –siempre una metáfora latiéndole entre el asomo de su luenga barba y la charada de sus botines de piqué-, nos dejó dicho y redicho que el periodismo avillana el estilo. El estilo literario y el estilo moral de los escribanos por veces subyugados bajo la yugular del poder establecido. Jesús Vigorra desmiente a las claras la máxima de don Ramón porque de cuando en cuando surgen hombrías como la suya, incapacitados a la postre para reírle las gracias a los caras, caretas y carotas que, subrepticiamente, hinchan a tutiplén sus estómagos agradecidos a costa de hurtos, desfalcos y escamoteos de toda índole y de toda laya.

Presten atención –redondeen las pupilas sin ojeras ni ojerizas- y aguarden la palabra tan radiofónica de Jesús, la introductoria de Javier Benítez y la susurrante urdimbre admirativa que desprenden las musas de vuestras reflexiones aquí acurrucadas como por arte de ensalmo. Tres voces que hoy dan la vez, que hoy se concatenan, que hoy se pertrechan: Jesús, Javier y nuestras conciencias. Ya lo sentenció –en verso de pedigrí- Miguel Hernández: “Unidos al agua pura / y a los planetas unidos / los tres dieron la hermosura / de los troncos retorcidos”. Estamos de franca enhorabuena. Cedemos y concedemos el altavoz de nuestro atril a un locutor que aniquila de raíz la injusticia de la andaluza intrahistoria anónima. Si todos los rincones de nuestro Sur del Sur contara con un Jesús Vigorra de tomo y lomo, entonces otro gallo cantaría –o desafinaría- en los submundos de los aprietos sin solución, de las injusticias sin techo y de los desafueros de los territorios comanches de la ley sin criterios de ecuanimidad.

Para el Grupo Romero Caballero entraña un alto orgullo contemplar la visita de Jesús Vigorra en nuestra mesa de debate. Primer espada de la causa común capaz de desatar el nudo gordiano de los problemas ajenos. Un caballero de la fraternidad, un príncipe salvador de las aguas borrascosas que anega los bolsillos de mangueros y mangantes. Así es Vigorra: un Jesús del siglo XXI, un defensor de las maravillosas pequeñeces que nos enaltecen o nos glorifican. Entre la verdad de su corazón y la realidad de lo cotidiano de seguro –leales e incondicionales- estaremos nosotros: el pueblo, el conjunto, el público. Siempre, siempre, siempre… el público.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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