Compartiendo mesa y mantel


Estimados oyentes de la Cadena COPE: Hay almuerzos que ratifican el inicio de una larga amistad. Ayer jueves tuve la fortuna de compartir mesa y mantel con dos personas que bien valen su peso en oro. Me refiero a Jerónimo Acosta y Javier Reyes –a la sazón presidente y vicepresidente respectivamente de la delegación en Cádiz del Colegio de Psicólogos de Andalucía Occidental-. Digamos, ya de entrada –o por mejor decir: de entrante- que el condumio hizo las veces de un diván de la reflexión tripartita sobre la condición humana, el condicionamiento deshumanizado y los prejuicios tanto morales como psicológicos de una sociedad a veces demasiado sometida a la soga de los prejuicios, la costumbre y la tenazón de ciertos hábitos indudablemente anacrónicos. Hablamos de lo divino y de lo mundano. Mayormente de lo mundano como sociología de la forja de la contracultura. Regamos con Rioja el paladar de la poesía y alimentamos nuestras experiencias vitales a base de un exquisito menú de autor. Nos preguntamos el porqué de la apatía de la juventud española carente de ilusión, la desmotivación de los universitarios toda vez abandonan –ya matriculados- la Facultad de su misma elección, la involución de ciertos hábitos colectivos como respuesta a la mengua de creatividad que asola a no pocos profesionales de diferentes rangos, ramas y géneros.

Pero también construimos –en síntesis- toda una arquitectura de propuestas culturales, de proyectos inéditos, de convenios de colaboración, de franquezas a modo de infranqueables catálogos de intenciones. Y departimos en torno al rigor periodístico y al intrusismo del oficio que padecemos a diario frente a la caja tonta, a la televisión, al cajón de los truenos nacionales.
Una sesión digna de encarte, de embuche, de inclusión en la edición posmoderna de nuestra mentalidad ahora abierta a los parámetros de lo cotidiano. Pregunté a Javier Reyes el motivo de su vocación por el siempre balsámico mundo de la Psicología. Qué le aportaba su profesión y qué le reportaba su vocación. Su acto de confesión no se hizo esperar: “Me ha servido desde el principio y me sirve cada jornada para entenderme a mí primero y para entender igualmente a los demás después. Para ayudarme y para ayudar al prójimo. Y esta comprensión me hace muy feliz. Mucho”. Comprendí que los psicólogos son profesionales del sentimiento en su más alto rango. Y que su ayuda y su consulta constituyen una necesidad incontestable. Concluimos la velada como mandan los sagrados cánones de la etiqueta fraternal: estrechándonos en un abrazo de amistad perdurable así llueve, ventee y rompan relámpagos de adversidades. Lo dicho: hay comidas que incitan a la amistad en grado sumo. Que cunda el ejemplo para propios y extraños. Para acérrimos y adversos. Para sirios y troyanos. Y para quienes todavía andan instalados en los contrafuertes del pasotismo, del relativismo y del laxismo.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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