“La Moderna es un local con alma, un alma formada por miles de voces que comparten un tiempo robado a la vida”

“Desde esta atalaya privilegiada que es La Moderna se puede observar perfectamente el pulso de la ciudad: sus manifestaciones religiosas, reivindicativas o lúdicas, sus alegrías o temores”

Un acto de justicia en el tiempo, un baño de multitudes, una poética de jerezanía, el canto del cisne de la popularidad que siempre regresa a las fecundas directrices del compañerismo ilimitado: el rencuentro de la vieja guardia de la movida madrileña extrapolada a Jerez a principios de los años ochenta, un índice onomástico bruñido de recuerdos, la catalogación permanente de la memoria, el calor de la nostalgia que ahora retornaba con sabor a papas aliñadas. No cupo un alfiler en el Aula 2 –Aula Magna- de la Escuela de Hostelería este pasado martes noche. La presencia de Atilano Pacheco -¡siempre un cabal jerezano a la “moderna” usanza- concitó el interés de propios y de ningún extraño: de hecho todos los presentes en el mencionado punto de encuentro –hervidero de emociones conjuntas- manejaban en sus adentros, en las alacenas de la intimidad, en los resguardos de la vivencia algún anecdotario siempre interrelacionado con el bar ‘La Moderna’ o con la familia Pacheco. A decir verdad: ¿No representan el celebérrimo establecimiento y los integrantes de tan reconocida estirpe una misma esencia?

La ocasión la pintaban calva: la mesa presidencial se transformó ipso facto en la barra del bar de la remembranza. Y se hizo el senado de unos tertulianos que antaño cantaban su rebeldía con sones de ternura, con estribillos de Radio Futura, Golpes Bajos, Gabinete Caligari… Javier de Miguel –verbo en flor de un dadaísmo siempre ocurrente- presentó al conferenciante de la noche. Javier, forjador del idioma, animador a golpe de metáfora, adjetivó al gran Atilano como “el venerado, el Faro de Occidente en las noches oscuras de la melancolía, el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia Humana en la calle Larga, doctor en Alegría y máster por la Universidad de la Sensatez. Graduado en Generosidad como el vino de su querida tierra. El Gigante Bueno de nuestros mejores sueños. El cronista de la tarde interminable, el mejor padre y esposo, el hermano de la Luz y el Viento. En pocas palabras, nuestro presidente”.

“La muralla –añadió Javier de Miguel- es sólo una piedra que lleva esperando quinientos años que le pongan una manzanilla y la marea viene y va como el cuerno del oro, gritos y teorías resbalan entre la caballa y el pan, sólo Dios sabe cuánta razón tenía el que acaba de marchar, ausencias sujetas con cadenas de fidelidad y respeto, anónimos y conocidos, locos y valientes, a todos Atilano preside desde la tribuna del pueblo”.

Atilano habló en todo instante con la lengua pegada al pulso de sus más enérgicas emociones: “Mis primeros recuerdos de La Moderna son los de ir a visitar a mi abuela Mercedes, que trabajaba allí con mi tía Patricia. Desde que era un chaval ya jugaba allí con mi hermano Alfonso. Desde siempre La Moderna fue nuestro segundo hogar”. Desde entonces a la actualidad han llovido chaparrones de fraternidad, conexión con la ciudadanía, “momentos buenos y momentos difíciles”, décadas de fidelidad, urdimbre afectiva con una clientela que también ha formado parte protagónica de este sanctasanctórum de la convivencia jerezana.

Atilano formuló a viva voz “una pregunta indescifrable”: “Cómo, después de trabajar 35 años en el mismo sitio, seguimos yendo con alegría al trabajo. Bueno, hay días que no tenemos tantas ganas porque el cuerpo o los problemas nos lo impiden, pero sí es cierto que cuando llegamos allí el contacto con la clientela nos anima y nos da fuerzas increíbles. Yo, personalmente, preferiría trabajar otros 35 años más en La Moderna que sólo 5 de mi vida en algo que no fuese esto. En La Moderna hemos aprendido mucho, desde pintura hasta albañilería. Todos los que van allí nos enseñan algo nuevo. Conversar con algunos clientes es un auténtico placer. Lo que siempre nos deja asombrados es que todas las personas pueden enseñarte algo, que cualquier persona, por humilde que sea, puede darte una lección de generosidad y calidad humana a cambio de un simple café”.

Para Atilano Pacheco, “desee esta atalaya privilegiada que es La Moderna se puede observar perfectamente el pulso de la ciudad: sus manifestaciones religiosas, reivindicativas o lúdicas, sus alegrías o temores. La Moderna es un local con alma, un alma formada por miles de voces que comparten un tiempo robado a la vida”. Numerosísimas intervenciones de parte del público concurrente desgranaron anécdotas, agradecimientos, congratulaciones y aplausos en forma de sentidas palabras. Muchas de ellas dirigidas a la memoria del patriarca de los actuales propietarios de ‘La Moderna’ Fernando Pacheco. Al término de la ponencia, que además estuvo ilustrada con fotografías de diferentes épocas de ‘La Moderna’, se sirvió un aperitivo y un jerez de honor por gentileza del Catering Las Vides.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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