Presentando el libro 'Mejillones del Parnaso'

Que nadie ose hoy poner punto en boca. Que no enmudezcan los rampantes serafines del ingenio quevedesco. Que tampoco cierren el pico las golondrinas que ahora sí vuelven a colgar sus nidos sobre las estribaciones del verso chorreante de almíbar. Que no aquieten sus concordancias, sus trazos, sus rasgos, los pinceles de la sevillanía sin asideros ni cachivaches. Que no nos delate –paralelamente- el jerezanismo de pro (de sofisma y de carisma) cuya exégesis convoca a los comensales de lo poético en el menú del Olimpo de cuatro tenedores. Que no exclamemos hemistiquios en falso. Que no concurran –ole con ole- la jerga cheli de la precipitación terminológica. Que los pretorianos de la mediocridad no lancen venablos por la boca del tópico.

Porque aquí presentamos un libro de sabrosura lírica, de guasa moronda, de confitada letra y de perceptible sortilegio pictórico. Sus autores –Rafael Benítez Toledano en la grafía de la escritura y Pepe Yáñez en la porfía de la pintura- son amigos, compadres, congéneres y casi consanguíneos. Tan distintos entre sí y tan mancomunados de sutilezas creativas. Dos artistas en suma y sigue de las páginas que a continuación pegarán –no el portazo- sino el primer grito del natalicio gastronómico/literario de una colección que la editorial EH Editores ha bautizado –sin crismas y sin pilas de agua bendita- con el epígrafe de ‘Arte y Gastronomía’. Dos géneros –el del condumio y el de la imaginación con tientos de belleza plástica- que calzan indistintamente con las compota de esta obra nimbada de recetas, estrofas poéticas, dibujos coloristas y una suprema concepción de la filosofía del engullir, del engallar y del engavillar.

La Muy Noble e ignoro si Muy Leal Ciudad de Jerez –cuna de Felipe Benítez- matrimonia aquí con la Muy Mariana y desconozco si Muy Heroica Ciudad de Sevilla –tronco de incienso y azahar que pariera de buenas a primeras la sangre y los lienzos de Pepe Yáñez-. Mejillones del Parnaso contiene su retranca, su sátira, su sarcasmo y sus innúmeras horas de elaboración. Definitivamente el recetario de su literatura se ha cocinado a fuego lento. El humor implícito reinante a cada palmo no se lo salta un romano de la tropa de este Marco Antonio que, admonitoriamente, os habla. Rafael y Pepe, Pepe y Rafael, han sabido hilvanar el hilo de oro de unas páginas con sabor a clara de huevo y con sonoridad de diapasón a la antigua usanza.
La picaresca como teclado, la hostelería como pie de página, la imagen como paleta de colores y de olores y de sabores y de amores y de humores. Yáñez encabalga el verso con un esbozo de acuarela. Benítez Toledano orilla el dibujo ajeno con el soneto de sus ingredientes más castizos: cuarto y mitad de rima, dos gramos de imaginación, tres gotitas de inspiración inclusive matizadamente erótica.

Todo comible al fin y a la postre. Mejillones del Parnaso no se sirve, como la venganza, en plato frío. Válganos Dios. Válganos Penélope. Válganos el cándido pecado escarlata de la prosa afinada con los punteros de la sonrisa entre dientes. Cuando esta glosa concluya rehogando la transparencia de la cebolla que nuestro poeta y nuestro pintor han depositado en el centro de la sartén de esta cocina libresca sin colorantes ni conservantes, entonces podremos probar los platos de autor de unos mejillones que siempre nos pillarán –ay de nosotros- con las manos en la masa.

Don Camilo José Cela hubiese descrito tamaño tomo gastronómico como un compendio de cachondeos y escarceos. Pero nosotros apostillaremos que la risa también es un plato de buen gusto. Y que por ende los menús de la carta patria ya precisaban con no poca urgencia de una simultánea combinatoria de figuración, ilustración, tragantón y rítmica acentuación.
Pepe y Rafael no ahuecan el ala del conformismo ni tampoco han derramado sangre de horchata. Han roto moldes, eso sí, porque ni a la de tres abonaron sobre lo establecido. No son calcomanías de títulos ya inventados. Sino todo lo contrario: derechura de originalidad, proa de modernidad y bastión de ensalmos sin prédicas. Prueben, señoras y señores, el precocinado de tan sabrosón mejillón sin escotillón. Metámonos en harina, hagamos del caldo tajadas y compren este libro por un precio de rechupete.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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