Culmina un año esplendente en materia cinematográfica. Por falta de tiempo –que no de impulso intencional- he reducido a la nada mis críticas cinéfilas encima de la pantalla plana de mi blog. Es propósito de enmienda que asumo para el ya entrante 2010. Sé –me consta de buena tinta, de buena lid y de buena mano- que no pocos conocidos, amigos, camaradas, compinches y adjuntos de este servidor de ustedes abren a diario el presente ‘Diario Inconfeso’ a la busca y captura de un guiño de celuloide y primeros planos. ¡Menudo chasco les propino cada dos por tres! ¡Seré desaprensivo! Fíjense cuánto he desertado a este respecto. Mas nunca es tarde si… Insisto: mi conversión está refrendada: a partir de ahora… ¡cine a tutiplén a golpe de post! Las quejas fraternales cobran fundamento no tanto porque me arroguen un cierto ojo crítico para la interpretación también analítica del cine sino porque puedo prometer y prometo (Adolfo Suárez dixit) que durante los meses precedentes he visto –frontalmente y de soslayo, con el rabillo del ojo izquierdo y en la derechura de la mirada vertical- muchísimas películas. En libreta de ribetes románticos –munúsculo que me brindé una mañana templada de paseo por la sevillana Plaza del Duque- he anotado –con rizosa letra de escribanillo- algunos esbozos críticos, ideas al boleo, apostillas, acotaciones argumentales, reflejos interpretativos. Marré en su reduccionismo, pequé por defecto, infringí las sagradas normas del potencial creativo que todo hombre acuna en sus adentros: todo crítico cinematográfico aborta piezas literarias cuando omite sin ton ni son sus opiniones escritas. Recupérense de la deserción porque ahora suena la claqueta. Silencio… se rueda. Hablaremos del cine unigénito –permítanme la expresión- y no del globalizante. Alabaremos al primero y denostaremos al segundo. El arte, como toda manifestación que nace del útero del talento, ha de diferenciarse en su propia mismidad.
Con rizosa letra de escribanillo
Culmina un año esplendente en materia cinematográfica. Por falta de tiempo –que no de impulso intencional- he reducido a la nada mis críticas cinéfilas encima de la pantalla plana de mi blog. Es propósito de enmienda que asumo para el ya entrante 2010. Sé –me consta de buena tinta, de buena lid y de buena mano- que no pocos conocidos, amigos, camaradas, compinches y adjuntos de este servidor de ustedes abren a diario el presente ‘Diario Inconfeso’ a la busca y captura de un guiño de celuloide y primeros planos. ¡Menudo chasco les propino cada dos por tres! ¡Seré desaprensivo! Fíjense cuánto he desertado a este respecto. Mas nunca es tarde si… Insisto: mi conversión está refrendada: a partir de ahora… ¡cine a tutiplén a golpe de post! Las quejas fraternales cobran fundamento no tanto porque me arroguen un cierto ojo crítico para la interpretación también analítica del cine sino porque puedo prometer y prometo (Adolfo Suárez dixit) que durante los meses precedentes he visto –frontalmente y de soslayo, con el rabillo del ojo izquierdo y en la derechura de la mirada vertical- muchísimas películas. En libreta de ribetes románticos –munúsculo que me brindé una mañana templada de paseo por la sevillana Plaza del Duque- he anotado –con rizosa letra de escribanillo- algunos esbozos críticos, ideas al boleo, apostillas, acotaciones argumentales, reflejos interpretativos. Marré en su reduccionismo, pequé por defecto, infringí las sagradas normas del potencial creativo que todo hombre acuna en sus adentros: todo crítico cinematográfico aborta piezas literarias cuando omite sin ton ni son sus opiniones escritas. Recupérense de la deserción porque ahora suena la claqueta. Silencio… se rueda. Hablaremos del cine unigénito –permítanme la expresión- y no del globalizante. Alabaremos al primero y denostaremos al segundo. El arte, como toda manifestación que nace del útero del talento, ha de diferenciarse en su propia mismidad.
Culmina un año esplendente en materia cinematográfica. Por falta de tiempo –que no de impulso intencional- he reducido a la nada mis críticas cinéfilas encima de la pantalla plana de mi blog. Es propósito de enmienda que asumo para el ya entrante 2010. Sé –me consta de buena tinta, de buena lid y de buena mano- que no pocos conocidos, amigos, camaradas, compinches y adjuntos de este servidor de ustedes abren a diario el presente ‘Diario Inconfeso’ a la busca y captura de un guiño de celuloide y primeros planos. ¡Menudo chasco les propino cada dos por tres! ¡Seré desaprensivo! Fíjense cuánto he desertado a este respecto. Mas nunca es tarde si… Insisto: mi conversión está refrendada: a partir de ahora… ¡cine a tutiplén a golpe de post! Las quejas fraternales cobran fundamento no tanto porque me arroguen un cierto ojo crítico para la interpretación también analítica del cine sino porque puedo prometer y prometo (Adolfo Suárez dixit) que durante los meses precedentes he visto –frontalmente y de soslayo, con el rabillo del ojo izquierdo y en la derechura de la mirada vertical- muchísimas películas. En libreta de ribetes románticos –munúsculo que me brindé una mañana templada de paseo por la sevillana Plaza del Duque- he anotado –con rizosa letra de escribanillo- algunos esbozos críticos, ideas al boleo, apostillas, acotaciones argumentales, reflejos interpretativos. Marré en su reduccionismo, pequé por defecto, infringí las sagradas normas del potencial creativo que todo hombre acuna en sus adentros: todo crítico cinematográfico aborta piezas literarias cuando omite sin ton ni son sus opiniones escritas. Recupérense de la deserción porque ahora suena la claqueta. Silencio… se rueda. Hablaremos del cine unigénito –permítanme la expresión- y no del globalizante. Alabaremos al primero y denostaremos al segundo. El arte, como toda manifestación que nace del útero del talento, ha de diferenciarse en su propia mismidad.