“El lenguaje, para un poeta, llega a convertirse en lo más parecido a una religión”

Presentación de un nuevo título de la colección de poesía Hoja de Bohemia de EH Editores que se ha llevado a cabo días atrás en la Escuela de Hostelería. Se trata del luminoso poemario de Sara Castelar titulado ‘El pulso’. El introito del acto ya contó con una escenificación propicia para el nacimiento del alma de la poesía: luces apagadas, velas encendidas, la melodía de ‘Alfonsina y el mar’ sonando de fondo y la canción de Mercedes de Sosa de frente. Y como brocamantón ambiental, como densidad lírica, la voz de Sara Castelar recitando alguno de sus balsámicos poemas. Hizo la presentación institucional del acto el escritor y asesor literario de EH Editores Álvaro Quintero, corriendo la glosa curricular de la autora a cargo del poeta chileno Benjamín León. Para Sara Castelar, “el lenguaje, para un poeta, llega a convertirse en lo más parecido a una religión, a una creencia que, al tiempo que nos salva, también puede devastarnos; de ahí que encuentre siniestra, a veces, esa religión del lenguaje que nos empuja a seguir creyendo en la palabra, en la palabra que crea belleza, la que nos descubre la hermosura intrínseca de todo lo que existe y de todo lo que duele, a eso que nos acerca a los lugares solitarios donde nace el verso”.

Sara Castelar, según respuesta concedida a una entrevista realizada al efecto por el también asesor literario de EH Editores Domingo F. Faílde, no se encuentra “integrada en ningún movimiento literario en particular; de hecho, ni siquiera estoy muy segura de que me gusten ese tipo de divisiones más allá de agrupar autores en un momento histórico o temporal. Soy admiradora de nuestra tradición poética, incluyendo la relativamente actual, que he leído y sigo leyendo, pero no sabría decir si hay alguna que me marque de forma distinta a las demás. De todas las que se han venido a llamar generaciones trato de aprender, buscar el sentido crítico-constructivo que considero tan necesario y, sobre todo, disfrutar; y, aunque no todos los autores me influyen en la misma medida, sí me hacen sentir ese profundo respeto al oficio, al poeta. Supongo que, sin remedio, soy hija de mi tiempo; he crecido con los poetas de cabecera que nos han enseñado siempre: Garcilaso, Góngora, Bécquer, Machado, Juan Ramón, Hernández, Lorca, Darío, Neruda… y aún vuelvo a ellos desde la distinta visión que me va proporcionando el tiempo, pero yo siento que, en los últimos años, he pasado por un proceso muy grave de reeducación en ese sentido: el descubrimiento de otros autores que se van cruzando en la búsqueda que uno siempre está llevando a cabo, tanto españoles como de otros países, como rusos, ingleses, o alemanes entre otros muchos, fue increíble y emocionante, sobre todo porque se multiplican los ritmos, las posibilidades y las perspectivas; eso fue estupendo y lo encuadro en ese aprendizaje esencial que nos hace seguir construyendo a través del lenguaje y la emoción. Pero este es un proceso que tampoco ha terminado, afortunadamente”.

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