Presentando el cartel de Semana Santa del Grupo Romero Caballero y la puesta de largo del Grupo de Acólitos 'El cirial'Estimados compañeros del Grupo Romero Caballero. Queridísimos –y por mí siempre admirados- miembros del Grupo de Acólitos El Cirial. Señoras y señores, damas y caballeros, amigos todos...
Proceda a romperse el velo del templo de la autenticidad que todavía gravita en el seno interno de nuestra Semana Santa. No todo es hojarasca y francachela en el rincón oscuro de las mentiras de las Hermandades. No todo es interés subrepticio, exaltación del yoísmo y chaqueteo de baja estofa. Las cofradías también acogen en su seno de gubia y plata brotes y rebrotes de autenticidad, de magnanimidad, de sublimidad. Y a las pruebas de la inocencia, la ilusión, el saber ser y el saber estar del Grupo de Acólitos ‘El cirial’ me remito. Chavales a los que poco importa el valor del vil metal, los sumandos del maldito parné, la circunvalación de la “farsa monea” que de mano en mano va y casi todos se la quedan. Aquí se proclama -¡y se reclama!- la verdad y la veracidad de la palabra de Cristo. La puesta en común de un grupo de amigos cuya génesis nace y renace del afecto recíproco. Servidores del Altísimo a golpe de pértiga. Una dalmática que tiende la mano a los pobres, al lecho del indefenso, a la causa de quienes, avanzando en la prueba del laberinto de la juventud, posiblemente encuentren el patetismo de la soledad en derredor.
‘El cirial’ no es una ONG pero sí un fundamento litúrgico con rostro de muchacho jerezano que sabe lo que quiere, quiere lo que sabe, y, por ende, actúa en consecuencia. Mosqueteros de la doctrina del Evangelio que callan cuanto saben porque obras son amores y no buenas razones. Uno para todos y todos para uno en la ilusión que jamás de los jamases apagará la vela, el cirio, el hilo y el pabilo de sus metas, de sus fines, de sus afanes, de sus reclamos y de sus marchamos.
Esta brizna de luz que irradian en sus adentros, este guiño de sagrario encendido que muscula el vaivén del incensario, esta cordialidad y esta naturalidad que los reúne en torno al banquete de la amistad devendrá enseguida en firmeza de criterios, en seriedad de actuación, en utillaje de ritos, en sapiencia con redobles de precocidad. ‘El cirial’ es la brevería de un milagro, es la coquetería de los sagrados cánones de la Santa madre Iglesia, es el exabrupto que combate la mediocridad imperante, es el cimbreo de la palma del Domingo de Ramos que balancea el sudario de una Madre de las Angustias que otra vez partirá –precedida de nazarenos de negro- desde la Capilla del Humilladero.
También -¡cómo no!- ascuas de luna, de Luna de Nisán que en la Madrugada del Viernes Santo se torna candor y calor de silencio, de blanco silencio, cuando un Nazareno de Cruz al Hombro edifica de nuevo los calambres del costillar de la Redención del Mundo. El Grupo Romero Caballero ha evidenciado ojo avizor, ojo clínico, ojo de largo alcance y no ha pasado por alto el bautismo de este movimiento eclesial que ejercen de maestros de ceremonias de una sencillez trufada de los ingredientes del macrocosmos de la bondad.
Decía el eximio periodista sevillano Joaquín Romero Murube que la Semana Santa siempre ha de conservar, en alta dosis, el maridaje de los ángeles y los duendes de la gracia. Pues de tal receta están bien nutridos los integrantes del Grupo de Acólitos ‘El cirial’. De ahí que el Grupo Romero Caballero haya querido dedicarles a todas sus almas a flor de piel su primer cartel de la Semana Santa. Un cartel que posee atmósfera, que desprende el ADN de la quietud, que dimana estilismo. A imagen y semejanza de los carteles de antaño, esta reluciente obra de Sergio Coiras Monje retrata a la perfección el análisis y la síntesis de la Semana Santa, esto es, interpretación, imaginación e intuición. Que Dios guarde largamente el espíritu de ‘El cirial’. Porque todos, absolutamente todos, saldremos ganando a mayor gloria de Dios y de su Santísima Madre que es Reina de los Cielos, Consuelo de los Afligidos y Esperanza Nuestra.
Proceda a romperse el velo del templo de la autenticidad que todavía gravita en el seno interno de nuestra Semana Santa. No todo es hojarasca y francachela en el rincón oscuro de las mentiras de las Hermandades. No todo es interés subrepticio, exaltación del yoísmo y chaqueteo de baja estofa. Las cofradías también acogen en su seno de gubia y plata brotes y rebrotes de autenticidad, de magnanimidad, de sublimidad. Y a las pruebas de la inocencia, la ilusión, el saber ser y el saber estar del Grupo de Acólitos ‘El cirial’ me remito. Chavales a los que poco importa el valor del vil metal, los sumandos del maldito parné, la circunvalación de la “farsa monea” que de mano en mano va y casi todos se la quedan. Aquí se proclama -¡y se reclama!- la verdad y la veracidad de la palabra de Cristo. La puesta en común de un grupo de amigos cuya génesis nace y renace del afecto recíproco. Servidores del Altísimo a golpe de pértiga. Una dalmática que tiende la mano a los pobres, al lecho del indefenso, a la causa de quienes, avanzando en la prueba del laberinto de la juventud, posiblemente encuentren el patetismo de la soledad en derredor.
‘El cirial’ no es una ONG pero sí un fundamento litúrgico con rostro de muchacho jerezano que sabe lo que quiere, quiere lo que sabe, y, por ende, actúa en consecuencia. Mosqueteros de la doctrina del Evangelio que callan cuanto saben porque obras son amores y no buenas razones. Uno para todos y todos para uno en la ilusión que jamás de los jamases apagará la vela, el cirio, el hilo y el pabilo de sus metas, de sus fines, de sus afanes, de sus reclamos y de sus marchamos.
Esta brizna de luz que irradian en sus adentros, este guiño de sagrario encendido que muscula el vaivén del incensario, esta cordialidad y esta naturalidad que los reúne en torno al banquete de la amistad devendrá enseguida en firmeza de criterios, en seriedad de actuación, en utillaje de ritos, en sapiencia con redobles de precocidad. ‘El cirial’ es la brevería de un milagro, es la coquetería de los sagrados cánones de la Santa madre Iglesia, es el exabrupto que combate la mediocridad imperante, es el cimbreo de la palma del Domingo de Ramos que balancea el sudario de una Madre de las Angustias que otra vez partirá –precedida de nazarenos de negro- desde la Capilla del Humilladero.
También -¡cómo no!- ascuas de luna, de Luna de Nisán que en la Madrugada del Viernes Santo se torna candor y calor de silencio, de blanco silencio, cuando un Nazareno de Cruz al Hombro edifica de nuevo los calambres del costillar de la Redención del Mundo. El Grupo Romero Caballero ha evidenciado ojo avizor, ojo clínico, ojo de largo alcance y no ha pasado por alto el bautismo de este movimiento eclesial que ejercen de maestros de ceremonias de una sencillez trufada de los ingredientes del macrocosmos de la bondad.
Decía el eximio periodista sevillano Joaquín Romero Murube que la Semana Santa siempre ha de conservar, en alta dosis, el maridaje de los ángeles y los duendes de la gracia. Pues de tal receta están bien nutridos los integrantes del Grupo de Acólitos ‘El cirial’. De ahí que el Grupo Romero Caballero haya querido dedicarles a todas sus almas a flor de piel su primer cartel de la Semana Santa. Un cartel que posee atmósfera, que desprende el ADN de la quietud, que dimana estilismo. A imagen y semejanza de los carteles de antaño, esta reluciente obra de Sergio Coiras Monje retrata a la perfección el análisis y la síntesis de la Semana Santa, esto es, interpretación, imaginación e intuición. Que Dios guarde largamente el espíritu de ‘El cirial’. Porque todos, absolutamente todos, saldremos ganando a mayor gloria de Dios y de su Santísima Madre que es Reina de los Cielos, Consuelo de los Afligidos y Esperanza Nuestra.
